Enfermedades cada vez más letales
Conocidas y peligrosas, la leptospirosis y el mal de Chagas no son contempladas en las campañas de prevención
Noticias de Opinión: Domingo 25 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa
Malas noticias para la población argentina: la leptospirosis es ya, según los especialistas en zoonosis, "una enfermedad de alcance nacional". Tampoco son buenas las noticias que llegan sobre el mal de Chagas y su agente transmisor, la vinchuca: un ejemplar adulto fue descubierto en un centro de salud de Comodoro Rivadavia, es decir, muy lejos de la que es su área de distribución tradicional, en el Norte del país.
Con respecto a la leptospirosis, lamentablemente se ha vuelto más común la forma pulmonar hemorrágica, que se desencadena a partir de la presencia de sangre en el pulmón y que, actualmente, tiene una tasa de mortalidad del 50 por ciento. De allí que esta enfermedad causada por una bacteria, la Leptospira interrogans , que es diseminada por roedores, animales domésticos y el ganado, se esté volviendo letal. Tan sólo en lo que va de este año ya se han producido 15 víctimas mortales, de entre los 230 casos notificados al Ministerio de Salud nacional. Esta estadística transforma a 2010 en el año de mayor mortalidad asociada con la enfermedad.
La provincia de Santa Fe, que el año pasado sufrió inundaciones, ha registrado en enero unos 144 casos de leptospirosis, porque los lugares húmedos habitados por roedores son los más fértiles para las bacterias causantes del mal, pero un medio ambiente contaminado también es un óptimo caldo de cultivo. Por eso, se produjeron casos de brotes verificados en frigoríficos de la provincia de Buenos Aires, lo cual constituye un riesgo muy alto para los que trabajan allí y para los habitantes de los pueblos cercanos.
Algo semejante ocurre con el mal de Chagas, que sigue, además, extendiéndose por el mundo. En España, ya es uno de los retos más importantes al que se enfrenta en la actualidad el sistema de salud local. Se calcula que entre 50.000 y 70.000 personas podrían estar contagiadas en este país, aunque la mayoría aún lo desconoce. La facilidad con la que se transmite es pavorosa porque, aunque el insecto vector no existe en España, el Chagas se puede transmitir por medio de transfusiones de sangre, trasplantes de órganos de personas con la enfermedad o de madres a hijos (algo que ocurre en el siete por ciento de los casos).
Además, las vinchucas se han vuelto resistentes a los insecticidas con los que se las combatía y pueden tolerar perfectamente los viajes en las bodegas de avión. Esa capacidad de dispersarse por cualquier medio de transporte y de adaptarse incluso a los ambientes urbanos ha hecho que la Organización Mundial de la Salud considere la infestación con el vector del Chagas una cuestión global.
Algunas de las consecuencias expuestas hasta ahora pueden ser achacadas al cambio climático -desplaza las fronteras bioclimáticas cada vez más al Sur-, a las cada vez más frecuentes migraciones entre países y hasta entre continentes, o a las cíclicas inundaciones. Pero ni los fenómenos climáticos ni los cambios sociales pueden justificar que no haya políticas públicas sanitarias en la Argentina que, como en el caso del virus de la gripe A, estén funcionando exitosamente. Tanto en el caso del Chagas como en el de la leptospirosis, cuyo grado de letalidad crece alarmantemente, no se ven campañas de prevención o de reparación, sobre todo en el nivel nacional, porque los presupuestos provinciales no alcanzan para solucionar los problemas planteados por estas enfermedades.
Aparentemente controladas las enfermedades reemergentes, como la fiebre amarilla y el dengue, las autoridades sanitarias argentinas no deberán descuidar estas otras, tan conocidas como peligrosas para nuestra comunidad.
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Conocidas y peligrosas, la leptospirosis y el mal de Chagas no son contempladas en las campañas de prevención
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