martes, 11 de diciembre de 2012

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Cardiólogos españoles demuestran cómo reducir la mortalidad y las secuelas cerebrales tras una parada cardiaca

Madrid (11/12/2012) - Redacción

• La falta de sangre en las células cerebrales tras un paro cardiaco aumenta el riesgo de secuelas neurológicas permanentes, desde déficits ligeros hasta el estado vegetativo

• Durante los últimos años la única técnica que ha demostrado disminuir la mortalidad y estas posibles secuelas es la hipotermia terapéutica, mantener la temperatura corporal entre 32ºC y 34ºC durante las 12-24 horas siguientes a la reanimación

• Un estudio realizado por la SEC y el Hospital La Paz ha demostrado, por primera vez, que la hipotermia a 32ºC reduce las secuelas cerebrales en el 44% de los casos, mientras que a 34ºC lo hace en el 11%

Una de las principales complicaciones después de restablecer el latido tras una parada cardiaca es la elevada posibilidad de sufrir secuelas neurológicas como consecuencia de la falta de riego sanguíneo en el cerebro. Concretamente, son dos tercios de los supervivientes los que acabarán sufriendo algún tipo de disfunción cerebral, desde una leve discapacidad hasta la muerte cerebral.
Enfriar el cerebro entre 32ºC y 34ºC durante las horas siguientes a la reanimación cardiaca es una técnica que se ha demostrado eficaz. "Existen diferentes técnicas que hemos utilizado estos últimos años para conseguir disminuir la temperatura corporal, desde cubitos de hielo a suero helado o incluso una manta térmica. Pero hace un tiempo que las nuevas tecnologías han permitido ajustar la temperatura cerebral de forma exacta, lo que ha hecho plantearnos qué temperatura es más eficaz, si 32 o 34 grados", explica el Dr. Esteban López de Sá, miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y responsable de la Unidad Coronaria del Hospital La Paz de Madrid.
Hasta ahora se empleaba este rango de temperatura, porque con las medidas iniciales era muy difícil mantener una temperatura estable. Actualmente existen nuevas técnicas de enfriamiento con un control automático de la temperatura que permiten obtener niveles de temperatura muy estables. Lo que no hasta ahora no se conocía, dentro de este rango de temperaturas, era cuál era la óptima.
Ante esta perspectiva, un equipo de investigadores liderados por el Dr. Esteban López de Sá decidió realizar un estudio piloto para comprobar qué temperatura mejoraba la supervivencia de estos infartos. Así, tras estudiar a 36 pacientes y regular su temperatura mediante un método automático endovascular que consiste en implantar un catéter en la vena cava inferior, donde se hinchan unos balones con suero helado que permiten enfriar la sangre más o menos según la temperatura del paciente, se ha comprobado que existe un mejor pronóstico entre los pacientes que se someten a 32ºC que los que lo hacen a 34ºC. Concretamente, la supervivencia a los seis meses del tratamiento fue del 44 por ciento de los primeros frente al 11 por ciento de los segundos. "El estudio nos ha permitido comprobar, además, que los pacientes que peor pronóstico presentan son aquellos cuyo ritmo inicial es de asistolia (ausencia de actividad eléctrica en el miocardio), frente aquellos que presentan fibrilación ventricular", afirma el doctor.
El trabajo Hypothermia in Comatose Survivors from Out-of-Hospital cardiac arrest ha sido publicado en la prestigiosa revista Circulation y presentado en la reciente reunión anual de la American Heart Association. Sus resultados han sido recibidos de forma muy positiva por la comunidad científica. "Hemos recibido muchas felicitaciones por este estudio, no solo por la iniciativa de emprenderlo ni por la dificultad de llevarlo a cabo, sino también por lo que podrá significar en el tratamiento de los pacientes que han sobrevivido a un paro cardiaco", concluye el doctor.

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