miércoles, 24 de marzo de 2010

ENFERMEDAD DE MÉNIÈRE: Progresivamente sordos y sin equilibrio


Diariomedico.com
ESPAÑA
ENFERMEDAD DE MÉNIÈRE
Progresivamente sordos y sin equilibrio
"Clínicamente se manifiesta por crisis vertiginosas episódicas y recurrentes y pérdida auditiva". Éste es el patrón que describe Tomás Labatut, adjunto del Servicio de Otorrinolaringología (ORL) del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, al hablar de la enfermedad de Ménière (EM), una alteración del oído interno originada por un aumento de la presión endoclear.

Laura D. Ródenas - Miércoles, 24 de Marzo de 2010 - Actualizado a las 00:00h.

llaves conceptuales:
1. El aumento de presión dentro del oído interno podría deberse a un bloqueo del drenaje de la endolinfa causado por un traumatismo o una infección
2. Lo que debería poner al médico de cabecera sobre la pista es un cuadro de vértigo recurrente y asociado a taponamiento ótico, hipoacusia y acúfeno
3. Pueden darse dos complicaciones especialmente preocupantes: una es la depresión y la otra una sensación de mareo constante



En concreto, la anomalía se localiza en los canales semicirculares o laberintos, que contienen un fluido llamado endolinfa y son los responsables de interpretar la posición del cuerpo y mantener el equilibrio. Cuando el nivel de esta sustancia aumenta o su reabsorción no es posible, el laberinto membranoso (conocido como saco endolinfáctico, encargado de filtrar y eliminar líquido) se inflama y se hincha como un globo. Si se pincha (se rompe), la endolinfa se mezclará con otro fluido llamado perilinfa. Y he aquí para algunos la posible causa de la aparición de los síntomas de este trastorno.

De acuerdo con Labatut, "el aumento de presión dentro del oído interno podría deberse a un bloqueo del drenaje de la endolinfa, el líquido que envuelve el órgano de Corti en la rampa coclear". No obstante, "la etiología de este bloqueo es desconocida, aunque se postula como multifactorial". En este sentido, a pesar de que el debate todavía está abierto, los expertos apuntan a cuestiones que de alguna forma podrían estar relacionadas sin ser causa directa, como los traumatismos craneales, una infección del oído medio o del tracto superior respiratorio, la mala circulación sanguínea en la zona, el consumo de drogas, la obesidad, la hipertensión, la inflamación producida por algún virus o incluso algo tan aparentemente trivial como el abuso de aspirina, que puede producir ototoxicidad.

Por otra parte, la genética también parece desempeñar un papel determinante en esta disfunción, cuya prevalencia se estima en 43 pacientes por cada 100.000 habitantes. "La investigación de familias afectadas ha revelado una forma de herencia dominante con alteraciones en el brazo corto del cromosoma 6", asegura Labatut. Los estudios publicados hasta la fecha señalan que la probabilidad de que ocurra aumenta con la edad, aunque también puede darse en niños, y es algo más frecuente en mujeres.

Qué induce a sospechar
Según cálculos de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, se diagnostican cada año 45.000 casos nuevos. No obstante, el diagnóstico suele fallar y retrasarse. "Lo que debería poner al profesional de atención primaria sobre la pista es un cuadro de vértigo de características periféricas, episódico, recurrente y asociado a taponamiento ótico, hipoacusia y acúfeno. En adelante, el paciente debería ser remitido al otorrinolaringólogo", aunque no existe ningún marcador analítico o radiológico que sirva para confirmar el diagnóstico.

El especialista puede valerse de pruebas de audición y equilibrio, además de una detallada anamnesis, basando sus conclusiones en una historia clínica detallada, en la exploración neurotólogica y en la evolución clínica. Sin embargo, en general la EM se diagnostica por exclusión de otras causas de vértigo. En el diagnóstico diferencial hay que descartar enfermedades del sistema cardiovascular, del sistema nervioso central y del área ORL.

Una resonancia, por ejemplo, puede ayudar a excluir causas de tipo tumoral, como el neurinoma del acústico. Es posible, asimismo, confundir algunos de los síntomas con los propios de la esclerosis múltiple, la migraña, el accidente isquémico transitorio, la sífilis o ciertas malformaciones congénitas del oído.

Cómo evoluciona
"A medida que la enfermedad evoluciona las crisis de vértigo comprometen más o menos la calidad de vida de los pacientes en función de su número, intensidad y duración", explica Labatut. "Con el tiempo, éstas pueden disminuir, pero la pérdida de audición es irreparable, a lo que se suman los acúfenos, un molesto fenómeno que consiste en percibir pitidos que no proceden de ninguna fuente externa y que tienden a permanecer como secuela". Se trata, por tanto, de una enfermedad incapacitante que puede dificultar la realización de actividades cotidianas. En periodos de crisis agudas, los expertos recomiendan evitar conducir vehículos y usar maquiniaria pesada hasta que la situación clínica se estabilice. Por su parte, Labatut incide en "dos complicaciones: una es la alteración del ánimo, que a menudo deriva en depresión, y la otra, un problema de desequilibrio difícil de manejar". Y es que la sensación de mareo puede durar desde minutos hasta horas.

En lo referente al tratamiento, lo más urgente es controlar las crisis con sedantes vestibulares y antieméticos. El siguiente paso será eliminarlas, conservando en lo posible la audición. "Para lograrlo contamos con un arsenal terapéutico que va desde la modificación de posibles desencadenantes, como la dieta y el estrés, hasta la sección quirúrgica del nervio del equilibrio". El pronóstico varía. Generalmente, la EM se puede controlar y la recuperación puede ser espontánea pero también puede hacerse crónica.


CUADRO CLÍNICO

Los síntomas inicialmente suelen ser unilaterales y consisten en vértigo rotatorio de al menos 20 minutos, que empeora con los movimientos bruscos y se asocia con náuseas, hipoacusia neurosensorial fluctuante que tiende a afectar a todas las frecuencias y suele restringirse a un solo oído (solamente afecta a ambos en el 15 por ciento de los casos), acúfeno de tonalidad grave, movimientos incontrolables del ojo, sudoración y episodios repentinos de desorientación que pueden llevar a la persona a caerse.


EVITAR QUE EMPEORE

Dado que no se conoce cura para la enfermedad de Ménière, la terapia farmacológica se centra en reducir la presión del oído interno y aliviar los síntomas. A título preventivo, existen algunos consejos que pueden impedir que la patología vaya a más. Los diuréticos, por ejemplo, pueden aliviar la presión del líquido en el oído interno y una dieta baja en sal, reducir la retención de líquido. Conviene, asimismo, evitar movimientos repentinos y huir de las luces brillantes y la televisión durante los episodios críticos, además de descansar lo suficiente e incrementar la actividad de forma gradual.

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