Viernes 12 de octubre de 2012 | Publicado en edición impresa
Salud
Emplean microesferas radiactivas para tratar el cáncer de hígado
Es una terapia selectiva para los tumores que no se pueden operar fácilmente, que son el 80% de los casos; la Argentina es el primer país de América latina que la utiliza
Esta semana, tres pacientes con cáncer hepático recibieron un nuevo tratamiento con millones de microesferas que "matan" los tumores desde adentro y sin dañar los tejidos que los rodean. De este modo, se amplía la batería de terapias disponibles en el país para tratar los tumores de hígado que no se pueden extirpar y que son nada más ni nada menos que el 80% de los casos.
"El hígado es un tejido tan noble que la radioterapia convencional, externa, destruiría el tumor y el resto del tejido. Por eso, habitualmente no se usa para tratar los tumores hepáticos", explicó ayer a LA NACION el doctor Ricardo García Mónaco, profesor de medicina interna de la UBA y jefe del Servicio de Angiografía y Terapia Endovascular del Italiano.
García Mónaco dirigió las tres primeras intervenciones a pacientes de entre 55 y 60 años en un quirófano híbrido junto con el equipo formado por los doctores Ana Mollerach e Isabel Hume, del área de Medicina Nuclear, y Oscar Peralta. Lo hizo con la supervisión del doctor David Liú, radiólogo intervencionista de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y de la Universidad de Columbia Británica, Canadá.
Liú es un especialista reconocido en el uso de estas microesferas, que se administran en dosis de entre 15 y 20 millones de unidades. Cada microesfera mide unos 30 micrones de diámetro, es decir, un tercio del grosor de un cabello humano, y emite una radiación muy potente en un radio de hasta 10 mm.
"La carga que irradia dentro del tumor es enorme y no llega a otros tejidos", precisó García Mónaco.
La técnica es similar a la que se usa para colocar un stent coronario. Para llegar al tumor, se introduce un catéter por la arteria femoral (ver infografía) hasta la arteria hepática, y por ahí hasta el vaso sanguíneo que nutre el tumor. Recién entonces el médico libera las microesferas por el catéter. Así, los vasos sanguíneos actúan como "puertas de acceso" al tumor.
Para que esas bolitas de resina no se desvíen a otros órganos, dos semanas antes de la intervención se hace un mapeo vascular para determinar las mejores vías de acceso a los tumores y se "cierran" las arterias del hígado que se comunican con otros órganos. En lugar de las microesferas, se inyecta una sustancia inocua (macroagregado de albúmina) para controlar que todo funcione según lo esperado. Si no, se hacen las correcciones necesarias. También se calcula la dosis necesaria de microesferas que el equipo médico solicitará a la empresa de Canadá que las produce.
En la intervención real, esos millones de bolitas de resina emiten durante cuatro semanas radiación beta, con altísima acción radioterapéutica y poca dispersión. A los tres meses, los estudios por imágenes mostrarán un tumor más pequeño, con necrosis (tejido muerto), que se puede extirpar o no. Si queda cáncer residual, más pequeño, se puede tratar con otras terapias.
El tratamiento está aprobado por la Anmat y la Autoridad Regulatoria Nuclear. Se aplica dos veces por año y se puede usar como terapia inicial o de segunda línea. "Es útil para pacientes con buen pronóstico, con una masa tumoral que no exceda el 70% del hígado, sin metástasis, y con función hepática aceptable", precisó García Mónaco.
Dos prepagas y el PAMI cubrieron los primeros tratamientos. Cada dosis de microesferas cuesta unos 70.000 pesos, mientras que otras terapias para casos similares alcanzan los 30.000 pesos mensuales.
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