Una terapia génica restaura la
audición en ratones sordos
DÍA 09/07/2015 - 09.43H
La pérdida auditiva grave a profunda en ambos oídos afecta de 1 a 3 por cada 1.000 niños nacidos vivos
CHARLES ASKEW
Volver a oír es una anhelo de muchas personas que por diferentes motivos se han quedado sordas. Pero también es el de muchos grupos de investigadores, como los del Hospital Infantil de Boston y la Escuela de Salud de Harvard (EE.UU.) y la Escuela Politécnica Federal de Lausana(Suiza), que aseguran haber restaurado la audición en ratones con una forma genética de la sordera gracias a una terapia génica. Su trabajo, publicado en «Science Translational Medicine», podría ser un gran paso para el uso de la terapia génica en personas con pérdida de audición causada por mutaciones genéticas.
Pero antes de crear falsas esperanzas los expertos advierten en su artículo que este protocolo de terapia génica todavía no está listo para pasar a la fase de ensayos clínicos en pacientes. Pero, reconoce Jeffrey Holt, de la Escuela de Salud de Harvard, «en un futuro no muy lejano pensamos que podría ser implementado para su uso en seres humanos».
Genes candidatos
Existen más de 70 genes identificados que son causa de sordera. Holt y Charles Askew, de la EPFL se centraron en el gen TMC1, causa común de sordera genética, que representa el 4 al 8% de los casos, y codifica una proteína que juega un papel clave en la audición ayudando a convertir el sonido en señales eléctricas que viajan al cerebro.
Los investigadores probaron su terapia génica en dos tipos de ratones mutantes. El primero tenía el gen TMC1 completamente eliminado, y es un buen modelo para las mutaciones TMC1 recesivas en humanos. Se sabe que los niños con dos copias mutadas de TMC1 tienen pérdida auditiva profunda desde una edad muy temprana, por lo general alrededor de los 2 años.
Se sabe que los niños con dos copias mutadas de TMC1 tienen pérdida auditiva profunda desde una edad muy temprana
El otro tipo de ratón, llamado Beethoven, presenta una mutación específica TMC1 -un cambio en un solo aminoácido- y es modelo idóneo para la forma dominante de la sordera relacionada con TMC1. En este tipo de sordera, menos común que la recesiva, una sola copia de la mutación hace que los niños vayan perdiendo la capacidad de oír y terminen por quedarse sordos a la edad de 10 o 15 años.
Para entregar el gen sano, el equipo insertó en un virus diseñado, AAV1, junto con un promotor -una secuencia genética que se convierte en el gen sólo en ciertas células sensoriales del oído interno conocidas como el cabello las células-. Después inyectaron el gen mediante el vector AAV1 en el oído interno. Y sus resultados fueron impresionantes.
Así, en el modelo de la sordera recesiva, la terapia génica restauró la capacidad de las células ciliadas sensoriales para responder al sonido -produciendo una corriente eléctrica medible- y se restauró la actividad auditiva en el tronco cerebral. Y lo más importante fue que los ratones sordos recuperaron su capacidad de oír. Para probar dicha capacidad, los investigadores colocaron a los ratones en una especie de ‘caja de sustos’ y los sometieron a sonidos bruscos y fuertes. «Vimos que los ratones con mutaciones TMC1, que antes de la terapia génica permanecía impasibles, se sobresaltaban», señala Holt.
Por otro lado, en el modelo de la sordera dominante, la terapia génica con un gen relacionado, TMC2, tuvo éxito a nivel celular y cerebral, y un éxito parcial en la restauración de audición real en la prueba de la ‘caja de sustos’.
Seguro
Debido a que se considera a AAV1 como un vector viral seguro, ya se emplea en ensayos clínicos de terapia génica en pacientes para tratar la ceguera, enfermedades cardiovasculares, distrofia muscular y otras patologías, los investigadores trabajan ahora en los distintos tipos de AAV y de promotores para elegir la mejor combinación. Y, siendo muy optimistas, los investigadores esperan comenzar los ensayos clínicos de terapia génica TMC1 en 5 o 10 años.
«Las terapias actuales para la pérdida auditiva profunda, como la causada por la forma recesiva de TMC1, son ayudas que a menudo no funcionan muy bien», asegura Margaret Kenna. En cuanto a los implantes cocleares, añade, «son grandes, pero aunque su mejora auditiva es buena en términos de gama de frecuencias, no lo es tanto en los matices de las voces, la música y el ruido de fondo». Por eso, subraya, cualquier cosa que pueda estabilizar o mejorar la audición congénita desde un edad temprana es «muy emocionante» y daría un gran impulso a la capacidad del niño para aprender y utilizar el lenguaje hablado.
Holt cree que otras formas de sordera genética también pueden ser susceptibles de ser tratadas con este mismo tipo de terapia génica. En general, la pérdida auditiva grave a profunda en ambos oídos afecta de 1 a 3 por cada 1.000 niños nacidos vivos.
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