lunes, 18 de enero de 2016

La esclerosis tuberosa se relaciona con el desarrollo de lesiones en las vértebras - DiarioMedico.com

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LESIONES ÓSEAS

La esclerosis tuberosa se relaciona con el desarrollo de lesiones en las vértebras


Estas lesiones óseas escleróticas suelen ser asintomáticas y no se habían detectado antes. En los últimos años se han descrito diversas alteraciones vinculadas a esta enfermedad.

Karla Islas Pieck. Barcelona | karla.islas@diariomedico.com   |  18/01/2016 00:00
 
 

Alfons Macaya
Alfons Macaya, jefe del Servicio de Neurología Pediátrica del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona. (Jaume Cosialls)
Hasta el 86 por ciento de los pacientes pediátricos con esclerosis tuberosa presentan lesiones escleróticas en los huesos, especialmente en las vértebras, lo que no suele producir complicaciones graves pero puede ser de utilidad como marcador diagnóstico, además de que aporta nuevas pistas que ayudan a entender mejor esta patología, según los resultados de un estudio encabezado por Susana Boronat, del Servicio de Neurología Pediátrica en el Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona, que dirige Alfons Macaya.
La investigadora, que ha estudiado está enfermedad desde hace algunos años en colaboración con un grupo de trabajo del Hospital General de Massachusetts y de la Escuela Médica de Harvard, en Boston (Estados Unidos), analizó los datos de las resonancias magnéticas renales de casi 70 casos de niños afectados por esta enfermedad y descubrió la presencia de estas lesiones óseas, que suelen ser asintomáticas.
Además, en los últimos años ha descrito diversos trastornos asociados a esta patología -como la afectación de las meninges o de los vasos sanguíneos intracraneales- y ha ayudado a despejar incógnitas sobre su origen genético.
La esclerosis tuberosa es una enfermedad multisistémica que se asocia a diversas anomalías -principalmente displasias- durante la formación del cerebro. Las manifestaciones neurológicas suelen ser las primeras que aparecen y pueden ser retraso mental o epilepsia, además de trastornos de conducta o autismo.
Además, estos enfermos tienen un riesgo elevado de desarrollar angiomiolipomas a lo largo de su vida y pueden presentar alteraciones en la piel, como manchas o fibromas.
  • La esclerosis tuberosa se había asociado al desarrollo de diversas anomalías cardiacas, renales, neurológicas y dermatológicas y ahora también se le vincula a lesiones óseas
Macaya, que es también responsable del grupo de Neurología Pediátrica en el Valle de Hebrón Instituto de Investigación (VHIR) y el representante español en el proyecto europeo Tosca, ha explicado a Diario Médico que cerca del 85 por ciento de los pacientes con esclerosis tuberosa presentan mutaciones autosómicas dominantes en los genes TSCI y TSCII, que son inhibidores de la vía mTOR. Sin embargo, en los estudios que constan en la literatura científica se indica que en alrededor de un 15 por ciento de los casos no se encuentran dichas alteraciones, por lo que los científicos han trabajado durante algunos años con la hipótesis de que pudiera existir un tercer gen implicado en el desarrollo de la enfermedad.
Aunque actualmente no es posible descartarlo del todo, esta idea ha perdido fuerza en los últimos años. Las últimas investigaciones de Macaya y Boronat sugieren que lo más probable es que estos enfermos también tengan algún tipo de mutación en los genes ya conocidos: "Aunque no sea detectable en sangre con las técnicas actuales de secuenciación, se sospecha que las alteraciones están presentes sólo en algunos tejidos, o que afectan a las regiones reguladoras, o que son de tipo epigenético".
Cohorte europea
Una de las limitaciones de la investigación sobre esta enfermedad, considerada rara, es la dificultad para analizar un número consistente de casos por parte de los diferentes grupos de trabajo de forma individual. Esto motivó la creación del registro europeo Tosca, que actualmente dispone de una cohorte de más de 2.000 casos y cuyo principal objetivo es estudiar las características y la historia natural de esta enfermedad, además de buscar nuevas alternativas terapéuticas.
Actualmente están disponibles en el mercado inhibidores del mTOR, cuya seguridad en adultos se ha demostrado y se usan para el tratamiento de algunas manifestaciones clínicas de esta enfermedad, como el tumor cerebral de células gigantes y angiomiolipoma renal. Su uso en niños no está exento de polémica, ya que su mecanismo de acción consiste en frenar la proliferación celular y se desconocen sus efectos a largo plazo en pacientes en pleno desarrollo neuronal.

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