Es clave identificar el riesgo cardiovascular en pacientes jóvenes
C.S.V. | 04 - Septiembre - 2017 15:00 h.
La edad es el más importante mediador en todos los algoritmos que miden el de riesgo cardiovascular a corto plazo, es decir, entre cinco y diez años. Por ello, todas las tablas estándar para su cálculo, incluida la tabla SCORE, muestran a las personas menores de 50 años con un bajo riesgo de enfermedad cardiovascular, independientemente de los factores de riesgo subyacentes, tal y como explica Jesús Castiella Herrero, de La Rioja, quien recuerda que “es un hecho que algunas personas jóvenes tienen un riesgo relativo de padecer una enfermedad cardiovascular muy alto comparados con personas de su misma edad y pueden tener un riesgo alto a lo largo de su vida. Es más probable que sufran enfermedad cardiovascular precoz y pueden sufrir eventos cardiovasculares mortales o no mortales prematuramente. Por lo tanto, es un reto importante identificar quién puede presentar este tipo de riesgo”.
En este contexto, José Antonio Díaz Peromingo, de Santiago de Compostela, recuerda que la cardiopatía isquémica es la causa principal de muerte en los países de nuestro entorno. En Estados Unidos, entre el 4 y el 10 por ciento de todos los ataques cardiacos ocurren en población menor de 45 años, sobre todo masculina. La causa subyacente es la arteriosclerosis que se inicia ya en la juventud y el aumento de factores de riesgo en la población joven, como la hipercolesterolemia, la obesidad y el tabaquismo. Los pacientes jóvenes con un evento coronario agudo tiene también con más frecuencia una historia familiar de cardiopatía isquémica en familiares de primer grado, mientras que la enfermedad coronaria está detrás del 80 por ciento de los ataques cardiacos en adultos jóvenes.
Factores a tener en cuenta
También hay que tener en cuenta, tal y como detalla Ángel Marcos Rodríguez, de Valladolid, que las cardiopatías congénitas por malformaciones del sistema circulatorio, las coronariopatías reumáticas y las valvulopatías son patologías que hay que tener en cuenta para valorar la recurrencia de la enfermedad y las comorbilidades asociadas. No se pueden olvidar otras lesiones como las coagulopatías, la inflamación de la pared coronaria, traumatismos torácicos o drogas de abuso, principalmente cocaína y anfetaminas. “Otro aspecto importante es la muerte súbita que afecta a todas las edades pero cuando aparece en gente joven las causas cardiacas suelen explicar casi la mitad de los casos. Así, la más frecuente es la arteriosclerosis coronaria seguida de anomalías anatómicas coronarias innatas, miocarditis víricas, autoinmunes o enfermedades bacterianas, como la de Lyme o el Chagas, o por la presencia de anomalías estructurales del músculo cardiaco. Todo esto puede desencadenar una fibrilación ventricular como causa de muerte súbita”, apunta José Antonio Díaz Peromingo.
Entre las causas de la cardiopatías en pacientes jóvenes también hay que considerar el síndrome del QT largo y el de Brugada, que son causa de muerte súbita si no están identificados y correctamente tratados. “Una alteración eléctrica cardiaca frecuente en el paciente joven es el síndrome de preexcitación o de Wolf-Parkinson-White”, comenta el especialistas que asegura que otras enfermedades cardiacas frecuentes en pacientes jóvenes son las enfermedades del músculo cardiaco, donde la más habitual es la miocardiopatía hipertrófica que es la causa más frecuente de muerte súbita en menores de 30 años, especialmente atletas, seguida por la miocardiopatía dilatada familiar, miocardiopatía restrictiva o la displasia arritmogénica del ventrículo derecho.
Correcta evaluación
Para el mejor control de estos pacientes es necesaria una correcta evaluación del riesgo cardiovascular en la persona joven, lo que implica la recogida sistemática de sus principales factores de riesgo, muy especialmente entre aquellos con antecedentes familiares de primer grado con una enfermedad cardiovascular prematura, es decir, en varón antes de 50 y en mujer antes de los 65 años, empezando su recogida a partir de los 40 años, y repitiendo la evaluación al menos cada cinco años.
Así, José Ignacio Sánchez Casado, médico general, detalla los factores de riesgo más frecuentes asociados al infarto agudo de miocardio: hipertensión, hipercolesterolemia, tabaco, obesidad, sedentarismo, edad avanzada y diabetes.
Por su parte, Jesús Castiella Herrero recomienda llevar a cabo un cribado de cualquier forma de hipercolesterolemía, en especial de la Hipercolesterolemia familiar, mediante criterios clínicos y ocasionalmente pruebas genéticas, como los definidos por la Dutch Lipid Clinic Network; establecer un control de las cifras de presión arterial, al menos con carácter anual, dado que la HTA aumenta de forma significativa la mortalidad sobre todo la coronaria y por insuficiencia cardiaca entre los adultos jóvenes; hacer una exploración física para determinar el sobrepeso/obesidad y perímetro de cintura; efectuar el despistaje de la diabetes mellitus, especialmente cuando haya antecedentes familiares u obesidad, y conocer los hábitos de vida saludables.
No obstante y en ausencia de factores de riesgo individuales muy elevados, como una presión arterial menor de 180 y/o 110 mmHg, o un colesterol total por debajo de 300 mg/dl, el riesgo a 10 años calculado por la tabla SCORE nunca será lo suficientemente alto como para poder recomendar actuaciones farmacológicas antihipertensivas o hipolipemiantes.
Ante esta situación, el especialista comenta las diferentes soluciones propuestas, entre las que están el uso de la tabla de riesgo relativo propuesta en la GPC ESC 2016 para la prevención de la ECV, pero no se dan puntos de corte para el inicio del tratamiento; el cálculo de riesgo a largo plazo (30 años); el uso de percentiles de riesgo, tal y como se hace con la talla, y el cálculo de la edad vascular, un nuevo concepto que convierte el valor de riesgo absoluto en una cifra de edad vascular fácil de asimilar por el paciente. Todas las personas menores de 50 años con factores de riesgo de ECV aumentados deben recibir asesoramiento sobre aspectos relacionados con el estilo de vida y la relación entre los factores de riesgo y la enfermedad ulterior. No hay datos sobre cuáles son los métodos más eficaces para cambiar el estilo de vida en personas jóvenes. No obstante, el abandono del tabaco, el mantenimiento de un peso saludable y la práctica de una actividad aeróbica regular son cambios importantes en los que hay que incidir y se deben aconsejar. A las personas más jóvenes con presión arterial tan alta que justifique el tratamiento se las debe tratar de la misma forma que a los mayores con hipertensión. A los más jóvenes considerados candidatos a tratamiento con estatinas por hipercolesterolemia familiar o valores lipídicos muy elevados, se los debe tratar igual que a los mayores.
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