Domingo 28 de abril de 2013 | Publicado en edición impresa
Diccionario emocional
Miedo
Nos asusta lo que atenta contra nuestro sentido de pertenencia, integración y aceptación; y que pone en peligro nuestra seguridad
Por Eduardo Chaktoura |
Si bien es la emoción más básica y primaria, es mi deseo (para todos) que sea la última instancia emocional. El miedo suele cometer el crimen de paralizarnos o, al menos, poner en pausa la vida. Hay quienes se animan a decir que, así como "la salud es la ausencia de enfermedad", la felicidad es la ausencia del miedo.
Hay un miedo bueno, que es el que nos pone en alerta frente a cualquier situación riesgosa. Esa sensación tan particular que, en mayor o menor medida, nos potencia el ritmo cardíaco, la sudoración, la ansiedad y nos predispone al afrontamiento: ataque, evitación, huída (y tantos otros mecanismos de defensa posibles).Pero en esta escala oscura de grises hay otro tipo de miedos que, insisto, pueden paralizarnos al extremo de freezarnos el bienestar.
¿Qué nos provoca miedo? ¿Qué altera nuestros planes? ¿Cómo reaccionamos frente a lo que nos amedrenta?
A propósito de creencias, debemos coincidir en que nuestros miedos son producto de la interpretación que le damos a ciertas situaciones, personas y objetos. Es también una circunstancia cultural; tiene la particularidad del género, de los tiempos que vivimos y, claro está, de nuestra edad y de los recursos que tengamos para vincularnos con esas sombras y fantasmas. A lo largo de nuestra vida, el miedo al hombre de la bolsa se convierte en el hombre de la bolsa. Simbólico, claro.
El mundo fantástico de los niños habilita todo tipo de suposiciones o creencias temerosas. ¿Qué se esconde en la oscuridad, dentro del placard o debajo de la cama? ¿Quién nos enseñó que existen los monstruos? ¿Quiénes son los monstruos?
Lo que nos asusta es lo que atenta contra nuestro sentido de pertenencia, integración y aceptación; aquello que pone en peligro nuestra seguridad física, emocional y material.
Buen momento para reflexionar e identificar las fuentes de miedo que pudieron haber sido, las que persisten y las que irrumpen en cada momento de la vida. Necesario, además, es tomar la mayor conciencia (plena) posible sobre la entidad que le damos a aquello a lo que le tememos o nos alerta. ¿Por qué me da miedo este hombre, esta mujer, esta situación? ¿Es mío o es un temor heredado? ¿Y si en verdad no es miedo lo que siento?
Lo que sentimos es producto de lo que significamos: amor, odio, bronca o miedo.
He aquí una herramienta precisa para iluminar la oscuridad y acallar las voces monstruosas. El miedo es una construcción, criterios de atribución que podemos modificar, quitarles el poder de la ansiedad. Incluso podemos arrancarles las ropas de las fobias y el pánico.
¿Cuántas oportunidades, cuánto tiempo habremos perdido por tenerle miedo al miedo?
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