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Estudioso. Médico y psicoanalista, Chiozza aporta un interesantísimo punto de vista respecto al cáncer Foto: Graciela Calabrese Esta nota comienza al revés, con las conclusiones. Así terminó la entrevista con el doctor Luis Chiozza: "La realidad es siempre un buen negocio. Forma parte de la realidad no evitar el trabajo que implica hacer un duelo. Resignarse no significa renunciar, sino dejar de insistir en un punto para realizarse en otro. Resignar es resignificar, cambiar el sello, cambiar el signo". Inevitable repensarlo todo y entender cada palabra. Para eso, esta entrevista. Por eso, este final como inicio. Con una mirada positiva todo parece más saludable o, por lo pronto, menos doloroso. Esta actitud, este mensaje, son los que Chiozza pretende impregnar a lo largo de su última obra, que recientemente publicó Libros del Zorzal. "Entre las inevitables preguntas que la enfermedad cancerosa suscita, quizá la que adquiere una mayor cualidad dramática es la que forma parte del título de este libro: Cáncer. ¿Por qué a mí, por qué ahora? Todo enfermo de cáncer se formula a sí mismo esa pregunta, aunque la mayoría de las veces no permite que esa cuestión permanezca por mucho tiempo en su conciencia. Cuando la noticia de ese hecho infausto llega a su familia y a sus amigos, también ellos, aunque no siempre de manera nítida, se plantean el mismo interrogante. No cabe duda de que es una pregunta fuerte, por ser directa, simple y auténtica. Tampoco cabe duda de que implica lo que en términos más secos y académicos -propios del psicoanálisis o de la filosofía existencial- queda rotulado como «el sentido que adquiere la enfermedad en función de la biografía del enfermo»." Chiozza nació en el 30. Se recibió de médico en el 55. Es psicoanalista, con Premio Konex a cuestas por esta especialidad. Muchos títulos y tantos otros reconocimientos internacionales. Cientos de libros respaldan su escritorio. Unos cuantos son de su autoría. En el octavo piso de su fundación todo son preguntas y respuestas. El estudio cobija y la ventana, esa ventana, parece explicarlo todo. De pared a pared, los vidrios dejan ver la ciudad y sus millones de historias enlazadas por una madeja de calles y autopistas que pasan justo por ahí. La postal ilustra y refuerza eso de "el tránsito, usted conoce esta ciudad". Así vivimos, así manejamos, entre carriles lentos y rápidos, atajos, colectoras, conductores imprudentes, algunos suicidas, irresponsables, distraídos, preocupados. Para quien se anime a mirar con atención, la ventana también ofrece respuestas: ¿por qué así?, ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora? -¿Qué es el cáncer? -El cáncer tiene muchos significados. Podríamos empezar diciendo que una célula cancerosa se comporta en el cuerpo igual que el hombre con la Tierra. Hay un día en que la célula y el hombre dicen: "Hago la mía". Ese día, la célula rompe el ecosistema del cuerpo y hace un cáncer. Ese mismo día, cuando el hombre se desentiende de la importancia del equilibrio ecológico, deja su impronta en la destrucción del planeta. Una y otro atentaron contra el sistema y lo enfermaron. -¿Qué significado tiene el cáncer para el común de la gente? -Para el imaginario popular, el cáncer es como un bicho, un parásito. Algo que "me lo pesqué", que se metió adentro y "me lo quiero sacar". Ese es el primer significado. Inmediatamente surge otra idea: "Yo no tengo nada que ver". El cáncer es como si fuera un núcleo de delincuentes que tiene relación con un sector corrupto de la policía. El hombre ignora que es cómplice. -¿Sugiere que el cáncer es una elección?, ¿uno elige hacer un cáncer? -Es más sencillo y menos responsable entender que la mala suerte quiso que una célula haya mutado en mi cuerpo para enfermar un órgano determinado. Otra forma de asumir la enfermedad sería empezar a sospechar que hay algo en mi manera de vivir, hay algo en este momento tan particular de mi vida que no me deja mantenerme en un estado de evolución y maduración. Hay un momento en el que me siento desconectado, aislado, deprimido. Esos estados me reactivan cosas muy primitivas, con un narcisismo que me lleva a "hacer la mía", escaparme del sistema. -No todos los depresivos o retraídos hacen un cáncer... -No, claro. Es muy común que enfermen seres apacibles, extremadamente amables y bondadosos. Son personas siempre muy dispuestas y tolerantes, pero que arden por dentro. Siempre se pensó al cáncer relacionado estrictamente con lo corporal; nunca se lo relacionó con la emoción o con las enfermedades que son producto de las emociones reprimidas. Siempre hubo resistencia a la hora de pensar en las emociones como desencadenantes de la enfermedad. Las cosas cambiaron. Hay que comprender la relación que existe entre la enfermedad y la crisis biográfica que atraviesa el enfermo. -¿Hay que despojar a la biología de todas las culpas? -Insisto en que uno puede quedarse con la idea del cáncer como una mutación celular predispuesta o condicionada por una vida sujeta a factores del ambiente, como una dieta traumática, la luz solar, la contaminación ambiental, el tabaco. Pero no todos los que fuman tienen cáncer de pulmón. Persiste la idea popular de que todo es culpa de una célula que enferma, y el paciente es víctima de esa célula que se reproduce hasta formar un ejército que nos destruye. Todo empezó a cambiar cuando se hizo foco en las relaciones particulares de la enfermedad con las capacidades inmunitarias de cada paciente. Por eso hablamos de la importancia del factor psíquico. Son varias las causas de una enfermedad. Es hora de diferenciar causa de significado. Las causas pueden ser varias. Hay tantas causas como significados podamos encontrar. Toda enfermedad tiene un significado. Los significados de una enfermedad son tan diferentes como los diagnósticos clínicos a los que se pueda llegar. -Si toda enfermedad tiene un significado, ¿qué significado tiene un cáncer? -Primero debemos reconocer el carácter del paciente. Hoy podemos decir que hay un carácter hepático, un carácter diabético, uno cardíaco, otro canceroso, etc. Para tener un cáncer es condición necesaria tener un carácter canceroso. Para entender cómo se construye el carácter, hay que saber que cada enfermedad tiene su fantasía y que esta fantasía se expresa en un órgano determinado. La enfermedad es como si fuese un grano. Es la salida local de un problema general. -¿Cómo se entiende la idea de que los órganos tienen fantasías? -La razón de ser de un órgano equivale a la fantasía inconsciente, a su significado. Los órganos tienen una función en el organismo. Las fantasías tienen que ver con el sentido, la finalidad de cada órgano. Así como el sentido de un molino es moler, por ejemplo, el sentido de un riñón es filtrar. Cuando aprendemos para qué sirve cada órgano podemos entender qué fantasía esconde cada una de las piezas de nuestro organismo. -¿Por eso cada uno desarrolla un cáncer en un órgano determinado? -Nada es casual. Respecto del significado que tiene el cáncer para cada carácter, para cada persona, hay que indagar sobre las fantasías que alberga cada enfermedad y cada órgano en el que se manifiesta. El cáncer es en tal órgano porque confluyen las fantasías cancerosas con las fantasías del órgano implicado. Hemos progresado mucho desde la época de Freud. De las fantasías orales, anales y genitales, hemos pasado a las fantasías renales, hepáticas, cardíacas. -Entonces, la clave es reconocer si tenemos un carácter canceroso... -El carácter canceroso es condición necesaria, pero no fundamental. Para tener un cáncer también hay que tener predisposición. En autopsias se descubre que muchos pacientes tenían un cáncer de tiroides o próstata maligno, pero que misteriosamente había quedado detenido. Son mucho más frecuentes los cánceres malignos detenidos que los que evolucionan. -¿Qué relación hay entre predisposición y herencia genética? ¿El cáncer puede tener una herencia familiar? -Por un lado, hay que insistir en la idea de que "predisposición" no es lo mismo que "tener" la enfermedad. Uno puede tener el auto con la llave puesta, pero si nada ni nadie da vuelta la llave, el auto no arranca ni avanza. Por otro lado, hay mucha hipocondría con respecto a lo hereditario del cáncer. Son poco significativas las estadísticas de la enfermedad vinculadas con una "predisposición hereditaria". -¿Qué dicen las estadísticas con respecto al cáncer? -La medicina se apoya mucho en los números, lo cual no está mal, pero la estadística da números generales, no individuales. El recurso estadístico como modo de conocer el cáncer es el menos preciso. Cuando no tengo otra información, es fundamental porque permite abordar una problemática, pero, insisto, no habla de cada caso. No hay información específica sobre la biografía del paciente. Que de cada 100 se curen 50, no significa que todos tengan el 50 por ciento de curarse. La palabra cáncer tiene una intensa connotación afectiva, porque en general evoca la idea de una enfermedad que produce muchos sufrimientos y que constituye una sentencia de muerte en un plazo más o menos breve. Es cierto que la ciencia médica está en condiciones de afirmar que no siempre es ese el desenlace obligado, y que hay cánceres muy diferentes, muchos de los cuales "se curan", pero también es cierto que la estadística comprueba que una de cada tres personas, un 33% de la población humana, se enferma de cáncer; y que una de cada cuatro, un 25%, muere como consecuencia de esa enfermedad. Esto equivale a afirmar que, a pesar de los avances de la medicina, el cáncer "mata" todavía a tres de cada cuatro enfermos que lo padecen, es decir, a un 75 por ciento. -¿Cuánto avanza la investigación en la lucha contra el cáncer? -Es espectacular el avance que se ha hecho en los últimos 50 años respecto del conocimiento de las bases moleculares de la transformación cancerosa. Si bien en los mismos 50 años, por ejemplo, bajaron muchísimo las muertes por enfermedades cardiovasculares (infartos o accidentes cerebrovasculares), en el mismo lapso las muertes por cáncer no han disminuido. Aumentaron los factores de riesgo y, sobre todo, el significado que se otorga a la enfermedad. -¿Hay un momento para pelear y otro para resignarse frente al cáncer? -Siempre hay que pelear. El asunto no es cuándo, sino cómo. Primero, haciendo los duelos. En nuestro país los duelos tienen mala prensa. El duelo está relacionado con dolor y la tentación a evitar el dolor siempre es muy grande. Cuando uno tiene un disgusto, el consejo que recibimos siempre es que dejemos de pensar en eso que nos está lastimando. Error. Así, los duelos no se realizan. Un duelo normal debería elaborarse en 18 meses. Hay una primera fase muy dolorosa. Pero hay una segunda etapa en la que se recupera todo lo que creímos que estaba perdido. En esta instancia, pasado el duelo, es cuando se recobran las energías, y el camino a la salud está más cerca. Es hora de terminar. La ventana sigue ahí, enmarcando la pista donde todo pasa. Pareciera ser que algunos quieren "manejar" mejor. Está en uno, como tantas cosas. Por Eduardo Chaktoura revista@lanacion.com.ar |
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