PUBLICADO EN 'CURRENT BIOLOGY'
Las personas que trabajan en horarios poco habituales o tienen jet lag con frecuencia, más propensas al cáncer
JANO.es · 21 julio 2015 00:26
Investigadores holandeses idean un modelo experimental que demuestra cómo los cambios en los ciclos de luz y oscuridad en ratones con predisposición genética al tumor mamario aumentan los riesgos de desarrollarlo.
Las alteraciones en el ritmo circadiano provoca desde un aumento de peso hasta el desarrollo de un tumor. Sin embargo, los estudios en humanos no habían podido determinar si el cambio en los patrones de sueño eran la causa de estas enfermedades o si simplemente ambas están correlacionadas.
Para solventar este problema, investigadores holandeses han presentado un modelo experimental en ratones que permite someterlos a cambios –similares a los sufridos por los humanos– en el ritmo circadiano, un reloj interno que regula las funciones biológicas del cuerpo durante los distintos periodos del día.
“El mecanismo del reloj circadiano y de la carcinogénesis es similar en ratones y en humanos, por lo que este sistema permite estudiar cómo las diferentes alteraciones circadianas afectan al cuerpo y cómo se puede intervenir para reducir los efectos adversos”, destaca Bert van der Horst, biólogo del Centro Médico de la Universidad Erasmus, Holanda, que ha liderado el estudio, publicado en Current Biology.
Los investigadores probaron este nuevo modelo en hembras de ratón con predisposición genética a sufrir cáncer de mama. En circunstancias normales, los roedores debían desarrollar el cáncer en 50 semanas, pero este periodo se acortó a solo ocho semanas en aquellos que fueron sometidos a alteraciones en los ciclos de luz y oscuridad. Además, estos animales ganaron un 20% de peso. “La conclusión es que los cambios crónicos en los horarios de luz son un factor que provoca cáncer, obesidad y otros problemas metabólicos”, resume Van der Horst.
Confirmación de estudios previos
“Los resultados concuerdan con los hallazgos en otros estudios epidemiológicos en humanos y proporcionan evidencias de que la alteración circadiana es un factor carcinogenético”, añade Till Roenneberg, biólogo en la Universidad Ludwig-Maximilian en Múnich, Alemania, y otro de los autores del estudio.
Normalmente, los detractores de las investigaciones centradas en el ritmo circadiano habían señalado que el tipo de vida era uno de los principales factores que aumentaba el riesgo para la salud. Ejemplo de ello serían las mujeres que trabajan de noche. Estas tienen niños a mayor edad, comen peor, hacen menos ejercicio y beben más alcohol; prácticas asociadas con la obesidad y el cáncer de mama.
Otros científicos habían destacado la importancia de otros factores como la desincronización interna, la falta de producción de melatonina, la carencia de sueño o la escasez de luz solar.
Sin embargo, el estudio demuestra que la ausencia de sol (con los consiguientes bajos niveles de vitamina D) y de melatonina no son factores subyacentes en la ganancia de peso y el desarrollo de cáncer de mama. Para futuras investigaciones, los científicos pretenden establecer biomarcadores en humanos y ratones que señalen una alteración en el ritmo circadiano.
Para solventar este problema, investigadores holandeses han presentado un modelo experimental en ratones que permite someterlos a cambios –similares a los sufridos por los humanos– en el ritmo circadiano, un reloj interno que regula las funciones biológicas del cuerpo durante los distintos periodos del día.
“El mecanismo del reloj circadiano y de la carcinogénesis es similar en ratones y en humanos, por lo que este sistema permite estudiar cómo las diferentes alteraciones circadianas afectan al cuerpo y cómo se puede intervenir para reducir los efectos adversos”, destaca Bert van der Horst, biólogo del Centro Médico de la Universidad Erasmus, Holanda, que ha liderado el estudio, publicado en Current Biology.
Los investigadores probaron este nuevo modelo en hembras de ratón con predisposición genética a sufrir cáncer de mama. En circunstancias normales, los roedores debían desarrollar el cáncer en 50 semanas, pero este periodo se acortó a solo ocho semanas en aquellos que fueron sometidos a alteraciones en los ciclos de luz y oscuridad. Además, estos animales ganaron un 20% de peso. “La conclusión es que los cambios crónicos en los horarios de luz son un factor que provoca cáncer, obesidad y otros problemas metabólicos”, resume Van der Horst.
Confirmación de estudios previos
“Los resultados concuerdan con los hallazgos en otros estudios epidemiológicos en humanos y proporcionan evidencias de que la alteración circadiana es un factor carcinogenético”, añade Till Roenneberg, biólogo en la Universidad Ludwig-Maximilian en Múnich, Alemania, y otro de los autores del estudio.
Normalmente, los detractores de las investigaciones centradas en el ritmo circadiano habían señalado que el tipo de vida era uno de los principales factores que aumentaba el riesgo para la salud. Ejemplo de ello serían las mujeres que trabajan de noche. Estas tienen niños a mayor edad, comen peor, hacen menos ejercicio y beben más alcohol; prácticas asociadas con la obesidad y el cáncer de mama.
Otros científicos habían destacado la importancia de otros factores como la desincronización interna, la falta de producción de melatonina, la carencia de sueño o la escasez de luz solar.
Sin embargo, el estudio demuestra que la ausencia de sol (con los consiguientes bajos niveles de vitamina D) y de melatonina no son factores subyacentes en la ganancia de peso y el desarrollo de cáncer de mama. Para futuras investigaciones, los científicos pretenden establecer biomarcadores en humanos y ratones que señalen una alteración en el ritmo circadiano.
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