Traducido del inglés: jueves, 23 de julio, 2015
Artículo por HealthDay, traducido por Hola Doctor
MIÉRCOLES, 22 de julio de 2015 (HealthDay News) -- Los niveles bajos de una hormona en particular podrían jugar un papel en las dificultades sociales que experimentan los niños con un trastorno del espectro autista (TEA), según una nueva investigación.
La vasopresina, una hormona que ayuda a regular la presión arterial, podría jugar un papel en la conducta social, según Karen Parker, coautora del estudio y profesora asociada de psiquiatría y ciencias conductuales de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford.
"La vasopresina podría ser un marcador biológico de (y un potencial objetivo de medicamentos para) las dificultades sociales en el autismo", señaló Parker. "En la actualidad no hay medicamentos que traten de forma efectiva los déficits sociales en las personas con autismo".
Los trastornos del espectro autista afectan a un estimado de 1 de cada 68 niños, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. Entre las habilidades sociales de las que a veces carecen los niños con autismo está lo que se conoce como "teoría de la mente". Esta se refiere al hecho de darse cuenta de que otras personas tienen perspectivas, sentimientos y experiencias diferentes, según la organización de defensoría Autism Speaks.
El equipo de Parker halló que los niños con autismo que tenían más dificultades con las tareas de la teoría de la mente también tenían unos niveles más bajos de vasopresina.
Pero el estudio solamente encontró una asociación entre los niveles más bajos de vasopresina y las tareas de la teoría de la mente en los niños con autismo. No probó causalidad entre la vasopresina y las dificultades sociales.
Los hallazgos aparecieron el 22 de julio en la revista PLOS ONE.
El primer estudio comparó los niveles de vasopresina en la sangre con los que había en el líquido cefalorraquídeo de 28 niños y adultos. Hicieron esto para asegurarse de que los niveles eran parecidos, de tal modo que pudieran usar los niveles sanguíneos de vasopresina como "sustituto" para los niveles en el cerebro, explicó Parker.
Entonces, los investigadores compararon los niveles de vasopresina en la sangre en los niños de 3 grupos. Un grupo tenía 57 niños con autismo. El segundo grupo tenía 47 niños que se desarrollaban con normalidad y que tenían hermanos con autismo. El tercer grupo contó con 55 niños que se desarrollaban con normalidad y que no tenían ningún hermano con autismo.
Los niños tenían entre 3 y 12 años de edad. Realizaron pruebas de sus habilidades cognitivas, su respuesta social, su capacidad para reconocer las emociones de los demás y la teoría de la mente.
Los niveles de vasopresina variaron desde niveles bajos a altos en los tres grupos. El único momento en que los niveles parecían tener importancia fue sobre las puntuaciones de la teoría de la mente en los niños con autismo. En los niños que no tenían autismo, los niveles de vasopresina no parecían afectar a su rendimiento en las pruebas de la teoría de la mente.
El Dr. Glen Elliott, psiquiatra jefe y director médico del Consejo de Salud Infantil en Palo Alto, California, dijo que esta investigación es muy preliminar.
"Se trata en realidad de un estudio que prepara el camino para la investigación futura, en primer lugar al mostrar que una medida de la sangre da una estimación razonable, aunque lejos de ser perfecta, de lo que ocurre en el cerebro", dijo. "En segundo lugar, demuestra una correlación estadísticamente significativa entre las concentraciones de vasopresina y un aspecto de la interacción social: la teoría de la mente".
Aunque los resultados le parecieron intrigantes, Elliott indicó que los niveles de vasopresina estaban asociados solamente con una sola faceta del funcionamiento social, no simplemente con la existencia de autismo. "Es esencial tener en cuenta que los datos son preliminares y que están lejos de ofrecer un tratamiento incluso para un síntoma del autismo, dejando de lado el propio trastorno", dijo.
El siguiente paso es observar si dar vasopresina a los niños con autismo con unos niveles bajos de la hormona produce algún cambio en sus habilidades sociales o las pruebas de la teoría de la mente, dijo Parker. Parker y sus colaboradores están trabajando ahora en un estudio de ese tipo.
"Los estudios con animales han mostrado que la variación en la biología de la vasopresina se asocia con una variación en las habilidades sociales", dijo Parker. "Además, cuando los científicos reducen experimentalmente los niveles de vasopresina en el cerebro, los animales muestran dificultades sociales".
Pero en los seres humanos, el estudio no reveló ningún efecto a partir de los niveles bajos de vasopresina en los niños que no tenían autismo.
"Quizá no hayamos visto esta asociación en los niños que se desarrollan con normalidad porque las diferencias individuales en los niveles de vasopresina en la sangre podrían solamente empezar a afectar de forma negativa a las habilidades sociales en el extremo más bajo del rango de funcionamiento", señaló Parker. "Esa podría ser la razón por la que esta relación es solamente evidente en las personas con autismo".
Pero se necesita mucha más investigación para que los investigadores averigüen si ajustar los niveles de vasopresina hace que se produzcan cambios en los niños con autismo, sugirió el Dr. Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Cohen de Nueva York, en New Hyde Park.
"Aunque estos hallazgos son interesantes y podrían resultar útiles para los investigadores a partir de ahora, no aportan a los padres de los niños con trastornos del espectro autista ningún beneficio clínico inmediato desde el punto de vista diagnóstico o terapéutico", comentó Adesman.
Artículo por HealthDay, traducido por Hola Doctor
FUENTES: Karen J. Parker, Ph.D., associate professor, psychiatry and behavioral sciences, Stanford University School of Medicine, Stanford, Calif.; Glen Elliott, M.D., Ph.D., chief psychiatrist and medical director, Children's Health Council, Palo Alto, Calif.; Andrew Adesman, M.D., chief of developmental and behavioral pediatrics, Steven & Alexandra Cohen Children's Medical Center of New York, New Hyde Park, N.Y.; July 22, 2015, PLOS ONE
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