víctima de mordedura de búngaro en Chantaburi
Diariomedico.com
ESPAÑA
HASTA 150.000 MUERTES ANUALES POR OFIDISMO
Precauciones y antídotos contra las serpientes
El envenenamiento por picadura de serpiente acaba de reconocerse de forma oficial por la OMS como una enfermedad desatendida; las medidas preventivas y el hallazgo de nuevos antídotos mejorarían su control.
DM Londres - Martes, 5 de Enero de 2010 - Actualizado a las 00:00h.
llaves conceptuales:
1. Las toxinas venenosas más potentes pueden dañar el sistema nervioso central, el cardiovascular y el hemostático, además de necrosar tejidos
2. El antiveneno, si se indica, es el mejor tratamiento, pero hace falta desarrollar nuevos antídotos, específicos para el veneno de cada especie animal
Las picaduras de serpiente venenosa se incluyen desde el pasado abril entre las enfermedades tropicales desatendidas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce de forma oficial para promover su control y erradicación. La enfermedad de Chagas, el cólera y el dengue son otras de las integrantes de ese grupo y, como ellas, las mordeduras de serpiente son causa importante de muerte y sufrimiento: de los 5,5 millones de personas a los que pica una serpiente cada año, se producen 400.000 amputaciones y entre 20.000 y 150.000 fallecimientos. A pesar de estas cifras (por comparar, el Chagas causa 14.000 muertes anuales, y el dengue, 19.000), el ofidismo es un problema sanitario poco reconocido, como denuncia David A. Warrell, del Departamento de Medicina Clínica de la Universidad de Oxford (Reino Unido), en una amplia revisión sobre el envenenamiento que se publica en el último número de The Lancet.
Las serpientes venenosas se encuentran en casi todos los países localizados entre las latitudes 50º Norte y 50º Sur del hemisferio occidental y entre la latitud 65º Norte y 50º Sur del hemisferio occidental. También existen serpientes marinas venenosas, sobre todo en los océanos Índico y Pacífico (entre las latitudes 30º Norte y 30º Sur) y se han identificado especies ponzoñosas en altitudes superiores a los 4.000 metros en América y en la cordillera del Himalaya.
El veneno de cualquiera de estas especies de ofidios puede contener más de cien proteínas tóxicas y no tóxicas, así como péptidos, hidratos de carbono, grasas, aminas y otras pequeñas moléculas. Las toxinas más potentes pueden afectar a los sistemas nervioso, cardiovascular y hemostático, y originar muerte tisular. Las neurotoxinas de las serpientes también bloquean o excitan diferentes uniones neuromusculares periféricas. Todas esas toxinas tienen una amplia gama de receptores tisulares, lo que hace de ellas un reto clínico y científico muy interesante, especialmente en lo que se refiere al diseño farmacológico.
Las víctimas más frecuentes por el ofidismo trabajan en el campo: son hombres y mujeres activos, y niños que habitan las zonas rurales de los países tropicales. Los efectos de las mordeduras implican en muchas ocasiones discapacidad permanente, porque la necrosis de los tejidos puede requerir amputaciones. No obstante, faltan datos epidemiológicos fehacientes. Hay en marcha un trabajo en India, el estudio del Millón de Muertes, llevado a cabo entre 2001 y 2003, que también incluye asesoramiento médico para mentalizar sobre el peligro de las serpientes, y aunque los resultados todavía no se han publicado, al parecer arroja una tasa de mortalidad por envenenamiento muy elevada en este país.
Warrell considera que "la educación es la mejor estrategia para erradicar el envenenamiento"; el autor alude a las medidas de precaución que tienen en cuenta los hábitos de las especies más peligrosas y sus periodos de actividad álgida. Por ejemplo, la mayoría de las víctimas de los búngaros (animales también llamados kraits) en el sur de Asia son mordidas por la noche mientras duermen en el suelo de sus casas. En Birmania, la generalización del uso de calzado protector en los trabajadores de los arrozales ha evitado muchas picaduras de la mortífera víbora de Russell.
Temor al remedio
Cuando la mordedura no se ha podido evitar, es precisa atención médica urgente, lo que no siempre es fácil en un país en vías de desarrollo. La víctima, y en especial el miembro atacado, debe permanecer inmovilizada; lo idóneo es que el miembro se mantenga vendado con una presión de entre 50 y 70 mm Hg. El antídoto más eficaz son los antivenenos, concentraciones de inmunoglobulinas de plasma animal inmunizado contra el veneno de las serpientes (como ocurre en las ovejas, perros, pollos o los caballos).
Las inmunoglobulinas incluyen anticuerpos que actúan específicamente frente a las toxinas venenosas. Estos anticuerpos, al ser inyectados en la víctima, neutralizan la acción de las toxinas y evitan así los efectos adversos.
Sin embargo, el antiveneno no es una terapia perfecta: algunos producen complicaciones, que pueden incluso llegar al choque anafiláctico fatal. Por ello, como recalca Warrell, hay que ponderar los riesgos y beneficios asociados al uso de un antídoto, que no siempre es necesario, pero que debería excluirse por el temor a posibles reacciones. Con todo, son necesarios nuevos antídotos; el problema es que se desarrollan específicos para cada veneno, lo que significa que el mercado de un antiveneno queda reducido a un área geográfica concreta, normalmente de países desfavorecidos, y eso no anima a su diseño.
David Williams, de la Unidad de Investigación en Veneno de la Universidad de Melburne (Australia), opina, también en The Lancet, que el control de este problema de salud podría mejorar con la integración de medidas concretas en los programas contra el sida, la tuberculosis y la malaria.
(Lancet 2010; 375: 89-91).
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