miércoles, 5 de octubre de 2011

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Crisis, resistencia y dignidad

Jesús de la Gándara
Jesús de la Gándara
Jesús J. de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital General Yagüe de Burgos, analiza la salud mental de los ciudadanos de hoy en día, siempre con un toque de actualidad.

05 OCT 2011 10:16
Se está haciendo larga, muy larga; y pesada, muy pesada. El tempo lento de la “Crisis”, dolencia que por definición debería ser aguda y breve, la está convirtiendo en una enfermedad psicosocial grave y extenuante. Lo que empezó siendo un mal trago se ha convertido en un indigesto atracón de calamidades. El temor se ha mutado en congoja y el susto en espanto. A diario recibimos una ración de desgracias en el “telepánico” nuestro de cada día. Resulta difícil acostumbrarse a “prender” las noticias y que todo sea entre negro ardiente y gris oscuro. Se pasa mal, muy mal; pero aún será peor si a base de reiteración consiguen que nos acostumbremos a no sentir miedo. En ese caso estaremos totalmente indefensos, y después de eso ya sólo nos quedará la penuria, la desesperanza, el pesimismo, la angustia y la depresión; es decir, nos extinguirán cualquier atisbo de queja, lucha, confrontación o indignación. Nos anularán el ánimo hasta que perdamos la dignidad de sentirnos seres humanos con derechos y deberes, con conciencia y destino, con respeto y autonomía. Ese es el conocido mecanismo de la “indefensión aprendida”, que hará que la crisis global, social, colectiva, se acabe convirtiendo en una enfermedad individual, personal y humana.

El Mundo

Marco Aurelio, el emperador estoico, en sus “Meditaciones” hablaba de “gravamen”, para referirse a esas situaciones incómodas o peligrosas para el ser humano que ahora llamamos estrés, y proponía que contra esas situaciones fatigosas, cargantes, pesadas, solo cabía la resistencia serena, reflexiva e inteligente. La serenidad estoica de Marco Aurelio o de Séneca nos ayuda a preservar la capacidad de lucha y supervivencia, siempre que sepamos mantener la dignidad de seres humanos, es decir, de mantener tensa la cuerda de nuestro destino, para saber de dónde venimos  y a dónde queremos, podemos y debemos llegar.
Esa dignidad es fortalecedora y protectora de la autoestima y la salud mental.

Algunos psicólogos y psiquiatras del XX hablaron de “resiliencia” para referirse a ese proceso de confrontación, adaptación y resistencia a la adversidad que, misteriosamente, algunas personas son capaces de esgrimir como mecanismo psicológico protector de la salud mental, incluso en las peores circunstancias.
Ya hablamos de ello en otra entrada, pero entonces apenas se auguraba la naturaleza profunda y prolongada de este proceso que mal denominamos “crisis”.

Posiblemente los mejores ejemplos prácticos de este modelo de resistencia férrea nos los han proporcionado algunas personas que padecieron las atrocidades del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, la peor crisis humana de la historia. Uno de los pioneros de la resiliencia fue Viktor Frankl, psiquiatra austriaco que logró sobrevivir tras tres años “ingresado” en Auschwitz y Dachau. Lo dejó escrito en un libro magnífico, 'El hombre en busca de sentido', cuya lectura es ahora más recomendable que nunca.

También es un buen modelo el 'Diario' de Ana Frank, cuyas emocionantes peripecias han vuelto a cobrar indudable interés socio-pedagógico. Y la magnífica 'Suite francesa', de Iréne Némirovsky, no le va a la zaga.
Los tres nos enseñan que es posible mantener el optimismo y la dignidad incluso en las peores circunstancias. A las víctimas de la crisis, es decir, a casi todos, nos vendría muy bien leerlos, pero para los que gobiernan el mundo de las finanzas, la política y la información deberían ser lecturas obligadas.

Tal vez así, el “telesusto” nuestro de cada día sería menos doloroso y tras el negro pavoroso del paisaje empezaría a aparecer una lucecita tenue, pero firme, que nos mostraría la dirección del camino hacia la recuperación de la dignidad humana, quizá la única ayuda posible para sobrellevar la gravosa carga de la Crisis.  
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