SEGÚN SE PUBLICA EN LA REVISTA NATURE
Los gustos musicales son de origen cultural, no programados en el cerebro
Los gustos musicales no vienen programados en el cerebro, sino que dependen de nuestra cultura. Así lo indica un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts en el que se ha entrevistado a más de cien personas de una tribu amazónica para determinar sus preferencias en comparación con personas expuestas a la cultura musical occidental.
Europa Press | 14/07/2016 09:00
Autor: DM
Un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y la Universidad de Brandeis, en Estados Unidos, sugiere que los gustos musicales no están programados en el cerebro, sino que tienen origen cultural.
"Este estudio sugiere que las preferencias por la consonancia más que la disonancia dependen de la exposición a la cultura musical occidental y que la preferencia no es innata", indica Josh McDermott, profesor de Neurociencia en el Departamento de Ciencias del Cerebro y Cognitivas del MIT.
McDermott y Ricardo Godoy, profesor de la Universidad de Brandeis, dirigieron el trabajo, que se detalla en un artículo publicado este miércoles en la revista Nature. Alan Schultz, profesor asistente de Antropología Médica en la Universidad de Baylor, en Estados Unidos, y Eduardo Undurraga, investigador asociado en Brandeis, también son autores del documento.
En los estilos occidentales de música, desde clásica hasta pop, algunas combinaciones de notas son generalmente consideradas más agradables que otras. Para la mayoría de nuestros oídos, un acorde de Do y Sol, por ejemplo, suena mucho más agradable que la combinación de Do y Fa, que históricamente se conocen como el "diablo en la música".
En un estudio de más de cien personas que pertenecen a una tribu amazónica distante conpoca o ninguna experiencia con la música occidental, los investigadores encontraron que los acordes disonantes, como la combinación de Do y Fa, se consideraron igual de agradables que los acordes consonantes.
Durante siglos, algunos científicos han planteado la hipótesis de que el cerebro está programado para responder favorablemente a acordes consonantes como el quinto (llamado así porque una de las notas es cinco notas más alta que la otra). Músicos en las sociedades como los antiguos griegos se dieron cuenta de que en el quinto y otros acordes consonantes la relación de las frecuencias de las dos notas se basa generalmente en números enteros; en el caso del quinto, una relación de 3:2. La combinación de Do y Sol es a menudo llamada "la quinta perfecta".
Otros expertos creen que estas preferencias son determinadas culturalmente, como resultado de la exposición a la música con acordes consonantes. Este debate ha sido difícil de resolver, en gran parte porque hoy en día hay muy pocas personas en el mundo que no estén familiarizadas con la música occidental y sus acordes consonantes. "Es bastante difícil encontrar personas que no hayan sido ampliamente expuestas a la música pop occidental debido a su difusión en todo el mundo. La mayoría de la gente habla mucho de la música occidental, que tiene un montón de acordes consonantes. Por lo tanto, ha sido difícil descartar la posibilidad de que nos guste la consonancia porque eso es a lo que estamos acostumbrados, pero también es difícil proporcionar una prueba definitiva", señala McDermott.
Variedad en la preferencia por la consonancia
En 2010, Godoy, un antropólogo que ha estado estudiando una tribu amazónica conocida como los Tsimane durante muchos años, pidió a McDermott que colaborara en un estudio de cómo los Tsimane responden a la música. La mayor parte de los Tsimane, una sociedad agrícola y recolectora de cerca de 12.000 personas, tiene una exposición muy limitada a la música occidental. "Varían mucho en lo cerca que viven de las ciudades y centros urbanos. La gente que vive muy lejos, a varios días de distancia, no tienen demasiado contacto con la música occidental", explica Godoy.
En 2010, Godoy, un antropólogo que ha estado estudiando una tribu amazónica conocida como los Tsimane durante muchos años, pidió a McDermott que colaborara en un estudio de cómo los Tsimane responden a la música. La mayor parte de los Tsimane, una sociedad agrícola y recolectora de cerca de 12.000 personas, tiene una exposición muy limitada a la música occidental. "Varían mucho en lo cerca que viven de las ciudades y centros urbanos. La gente que vive muy lejos, a varios días de distancia, no tienen demasiado contacto con la música occidental", explica Godoy.
Los investigadores hicieron dos grupos de estudios, uno en 2011 y otro en 2015. En cada análisis, se pidió a los participantes que calificaran cuánto les gustaban los acordes disonantes y consonantes. Además, los investigadores realizaron experimentos para asegurarse de que los participantes pudieran diferenciar entre los sonidos disonantes y consonantes.
El equipo realizó las mismas pruebas con un grupo de bolivianos de habla hispana que viven en un pequeño pueblo cerca de los Tsimane y los residentes de la capital boliviana, La Paz. También hicieron pruebas con grupos de músicos americanos y con no músicos. "Lo que encontramos es que la preferencia por la consonancia más que la disonancia varía dramáticamente entre los cinco grupos. En los Tsimane es indetectable y en los dos grupos en Bolivia, hay una preferencia estadísticamente significativa pero pequeña. En los grupos americanos es un poco más grande y es mayor en los músicos que en los no músicos", apunta McDermott.
Cuando se les pidió que calificaran los sonidos no musicales como risas y jadeos, los Tsimane mostraron respuestas similares a las de otros grupos. También tenían la misma aversión por un timbre musical conocido como aspereza acústica.
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