“El 10% de los menores sufre algún trastorno”
El psiquiatra infantil, que lleva 25 de sus 62 años viviendo en EE UU, rechaza culpar a los padres de los problemas que tienen sus hijos
Es la hora del aperitivo, pero Boris Birmaher aún no tiene apetito. ¿Ni siquiera probar un poco de jamón? “Soy vegetariano. Pero eso no quiere decir que no me guste la cocina española. Me encanta la tortilla de patatas. También la paella; de vegetales, claro”, confiesa. Se nota que no es la primera vez que este colombiano residente en Pittsburg (Estados Unidos) está de visita en España. Es una eminencia de la psiquiatría infantil y viene a menudo a dar conferencias a Madrid o Barcelona.
Birmaher, que lleva 25 de sus 62 años viviendo en EE UU, ha venido en esta ocasión a Madrid invitado por Fundación Alicia Koplowitz para hablar sobre la irritabilidad en niños. ¿Es eso una enfermedad? “No, es un síntoma. Las pataletas son normales en la infancia, especialmente entre los dos y tres años. Pero si son demasiado intensas o más frecuentes, de manera que afectan a su convivencia con la familia o el entorno, pueden ser la manifestación de un trastorno o una depresión”, aclara.
Pero ¿por qué se deprime un niño? “Hasta hace poco se pensaba que los niños no tenían capacidad emocional para desarrollar depresiones mayores, pero se ha demostrado que sí. Y no hay una única razón. Por un lado está la predisposición genética y, por otro, influyen la familia y el entorno”, explica. “Por ejemplo, ellos también sufren la crisis. Si los padres están angustiados por el desempleo o tienen problemas económicos, ellos pueden desarrollar ansiedad o incluso depresiones severas”.
El entorno y la familia influyen pero, insiste, no hay que acusar solo a los padres de todos los problemas de sus hijos. “Es fácil culpabilizar a los padres: porque trabajan demasiado, porque les conceden muchos caprichos, porque les regañan, porque no les regañan. Todo eso influye en su desarrollo, evidentemente, pero las enfermedades mentales nunca tienen una única causa. Hay que tratarlas teniendo en cuenta muchos factores, tanto genéticos como ambientales”, advierte. El problema, lamenta el psiquiatra, es que muchas veces los trastornos mentales no se diagnostican, y mucho menos en niños. “En torno al 10% de los menores que viven en sociedades ricas sufren algún trastorno. Pero algo menos de la mitad no se tratan porque muchas familias creen que los comportamientos anómalos se curan con la edad. Y la mayoría de los que finalmente acuden a consulta en busca de apoyo lo hacen cuando el mal ya está avanzado”, advierte.
Birmaher habla con pasión de su trabajo. “Me especialicé en psiquiatría infantil porque me gusta trabajar con niños. Y también porque el 70% de las enfermedades mentales empiezan a desarrollarse antes de la edad adulta. Cuanto antes comienza el tratamiento, mejores resultados se obtienen”, asegura. Y pone un ejemplo: “Hace poco se jubiló mi agente de seguros y vino a visitarme su sustituto, un hombre de unos 30 años, muy cabal. De pronto, en mitad de nuestra conversación, me preguntó si no le reconocía. Yo no me acordaba de él, pero resulta que había sido sido paciente mío cuando era niño. Y ahora está completamente curado”, relata con satisfacción. Su vocación la ha heredado su hija mayor: también es psiquiatra infantil.
Birmaher, que lleva 25 de sus 62 años viviendo en EE UU, ha venido en esta ocasión a Madrid invitado por Fundación Alicia Koplowitz para hablar sobre la irritabilidad en niños. ¿Es eso una enfermedad? “No, es un síntoma. Las pataletas son normales en la infancia, especialmente entre los dos y tres años. Pero si son demasiado intensas o más frecuentes, de manera que afectan a su convivencia con la familia o el entorno, pueden ser la manifestación de un trastorno o una depresión”, aclara.
Pero ¿por qué se deprime un niño? “Hasta hace poco se pensaba que los niños no tenían capacidad emocional para desarrollar depresiones mayores, pero se ha demostrado que sí. Y no hay una única razón. Por un lado está la predisposición genética y, por otro, influyen la familia y el entorno”, explica. “Por ejemplo, ellos también sufren la crisis. Si los padres están angustiados por el desempleo o tienen problemas económicos, ellos pueden desarrollar ansiedad o incluso depresiones severas”.
El entorno y la familia influyen pero, insiste, no hay que acusar solo a los padres de todos los problemas de sus hijos. “Es fácil culpabilizar a los padres: porque trabajan demasiado, porque les conceden muchos caprichos, porque les regañan, porque no les regañan. Todo eso influye en su desarrollo, evidentemente, pero las enfermedades mentales nunca tienen una única causa. Hay que tratarlas teniendo en cuenta muchos factores, tanto genéticos como ambientales”, advierte. El problema, lamenta el psiquiatra, es que muchas veces los trastornos mentales no se diagnostican, y mucho menos en niños. “En torno al 10% de los menores que viven en sociedades ricas sufren algún trastorno. Pero algo menos de la mitad no se tratan porque muchas familias creen que los comportamientos anómalos se curan con la edad. Y la mayoría de los que finalmente acuden a consulta en busca de apoyo lo hacen cuando el mal ya está avanzado”, advierte.
Birmaher habla con pasión de su trabajo. “Me especialicé en psiquiatría infantil porque me gusta trabajar con niños. Y también porque el 70% de las enfermedades mentales empiezan a desarrollarse antes de la edad adulta. Cuanto antes comienza el tratamiento, mejores resultados se obtienen”, asegura. Y pone un ejemplo: “Hace poco se jubiló mi agente de seguros y vino a visitarme su sustituto, un hombre de unos 30 años, muy cabal. De pronto, en mitad de nuestra conversación, me preguntó si no le reconocía. Yo no me acordaba de él, pero resulta que había sido sido paciente mío cuando era niño. Y ahora está completamente curado”, relata con satisfacción. Su vocación la ha heredado su hija mayor: también es psiquiatra infantil.
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