¿Mejor en la guardería o con una ‘madre de día’?
Hay familias que prefieren dejar a sus hijos con cuidadoras que atienden a un grupo pequeño
La fórmula, común en países como Alemania o Francia, carece de cobertura legal en España
Hace una década, Inés Gámez regresó a Madrid tras ejercer durante tres años como educadora infantil en Berlín. No trabajaba en escuelas, sino en su propia casa, con grupos de un máximo de cuatro niños menores de tres años. La llamaban tagesmütter, que significa madre de día, un oficio regulado y subvencionado en Alemania. También lo está en otros países europeos como Reino Unido, donde se denomina childminder (cuidadora de niños), y en Francia, assistante maternelle (asistente maternal). No son meras cuidadoras. “Somos profesionales que ofrecemos un servicio pedagógico, no asistencial, en una vivienda familiar en lugar de una guardería tradicional”, aclara Gámez.
Al instalarse de nuevo en España, Gámez no se planteó buscar empleo en una escuela infantil, ni pública ni privada. “No me veía en aulas con 20 niños. Es imposible atender bien a tantos a la vez”, explica. Quería seguir trabajando en casa, con grupos reducidos, pero se encontró con que en España existe un absoluto vacío legal para esta actividad. No había ninguna normativa que la avalase, estableciendo parámetros como el tipo de formación necesaria para ejercer esta función o las normas básicas de seguridad. Tampoco había ninguna norma que la prohibiera. Así que decidió importar el modelo empleándose como autónoma. Fue la primera en Madrid. Hoy hay dos asociaciones que agrupan a medio centenar de profesionales en la capital, una de ellas fundada por la propia Gámez, mientras surgen iniciativas similares en otras ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla o Pamplona, con precios parecidos a las tarifas de las escuelas privadas. “Hay una demanda creciente de familias que quieren un ambiente más familiar que el que ofrecen las escuelas infantiles, pero que a la vez sea profesional”, asegura.
• Las casas suelen tener un espacio al aire libre o un parque cerca. Usualmente tienen una habitación para cunas y las medidas de seguridad habituales en hogares con niños.
• Las cuotas varían según las ciudades y las zonas. Generalmente, son un poco más altas que las de los centros infantiles privados.
• Todas las madres de día tienen una titulación específica. Suelen ser educadoras infantiles, pedagogas o psicopedagogas.
• Las formas de contratación del servicio varían en cada caso. Unas se dan de alta como autónomas, otras se emplean como trabajadoras del hogar y algunas crean asociaciones con las familias para trabajar como empleadas de esa entidad. En todos los casos se contratan seguros de responsabilidad civil para el cuidado de niños.
• Las vacaciones son las mismas que las escolares, excepto en verano. Suelen cerrar solo en agosto.
El modelo se extiende por España, pero sigue sin haber una normativa estatal ni inspecciones que supervisen la actividad. A falta de marco legal, son las propias profesionales las que se están autorregulando. “En las asociaciones seguimos unas normas comunes de formación y seguridad. Esto da confianza a las familias”, comenta Gámez. “Pero creemos que no es suficiente. Hace años que estamos pidiendo a las Administraciones que normalicen la profesión como lo está en otros países europeos. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, se muestran abiertos a nuestras propuestas, pero de momento seguimos con el vacío legal”, prosigue.
Solo dos comunidades, Navarra y País Vasco, han dado un paso adelante. En Navarra, una orden foral regula desde el año 2006 el “servicio de atención a menores de tres años en el domicilio de las cuidadoras”. La norma exige una titulación específica a las profesionales, impone requisitos y normas de seguridad en las casas y establece un máximo de cuatro niños por educadora. Durante cuatro años, entre 2008 y 2012, la actividad estuvo incluso subvencionada por el Gobierno navarro, a través de la asociación Casas Amigas, pero el año pasado los recortes se llevaron por delante la ayuda.
Desde entonces algunas de las educadoras que trabajaban en aquel proyecto, una veintena, han seguido ejerciendo como autónomas agrupadas en tres colectivos distintos, Creciendo Juntos, Madres de Día de Pamplona y Cuidándote. “Hemos tenido que subir entre un 5% y un 10% algunas tarifas para poder seguir adelante sin la subvención. Hay muchos gastos a los que hacer frente: Seguridad Social, mantenimiento de las viviendas, seguros…”, comenta Verónica Gutiérrez, de la asociación Madres de Día de Pamplona. El precio medio del servicio ahora ronda los 350 euros mensuales por cinco horas y los 450 por ocho horas.
Un programa similar, denominado Nidos familiares para el cuidado infantil, se puso en marcha de manera experimental en 2011 en el País Vasco. Financiado por la Consejería de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno regional, entonces dirigido por el PSOE, el proyecto arrancó ese año con cinco casas en Bilbao y se amplió en 2012 con otras 18 viviendas repartidas por toda la región.
Pero la iniciativa desató muchas críticas en esta comunidad, hasta el punto de crear división dentro del propio Ejecutivo. La Consejería de Educación rechazó desde el primer momento el programa, por considerar que los recursos públicos debían destinarse a las escuelas infantiles, no a financiar este tipo de iniciativas privadas, y propuso no darle continuidad más allá de 2013, cuando se agotara la partida presupuestaria prevista. El nuevo Gobierno del PNV ha recogido el guante y asegura que va a darle carpetazo. “Está en fase de evaluación, pero es muy probable que no siga el año que viene”, asegura un portavoz.
Las críticas también surgieron entre los profesionales de la educación. “No estamos en contra de que exista esta alternativa, pero sí de que se financie con fondos públicos. Apoyando programas como este, lo que hace la Administración es desentenderse de la atención a la primera infancia promoviendo redes privadas”, argumenta Arantza Fernández de Garayalde, portavoz del sindicato de docentes vascos STEE-EILAS.
“Consideramos además que donde mejor están los niños es en las escuelas infantiles, con programas pedagógicos contrastados y profesionales formados para dar respuesta a las necesidades de esta etapa. El proyecto de nidos familiares solo exige una formación de 200 horas y las cuidadoras están solas durante ocho horas con cuatro criaturas, sin apoyo de compañeros ni el respaldo de un equipo pedagógico”, prosigue. “Además, ¿qué pasa si la cuidadora enferma? ¿Quién cubre su baja?”, se pregunta.
Carmen Ferrero, presidenta de la Junta de Portavoces de la Plataforma por la Educación Infantil Pública de Madrid, tiene una opinión parecida. “Si funciona bien, una escuela infantil es el mejor lugar para estimular el desarrollo de los niños. Ahí están atendidos por personal muy especializado y se mueven en un entorno más rico que si se quedan en una casa: hay otros niños de diferentes edades, tienen más estímulos y variedad de referencias”, sostiene. Ferrero, no obstante, cree que debería regularse la profesión de madre de día. “Ya que existe esa actividad, debería estar sometida a un control exhaustivo”, asevera.
Inés Gámez asegura, por el contrario, que donde mejor están los niños es en un ambiente más reducido. “Está demostrado que los niños menores de tres años no están preparados para socializar, por mucho estímulo que tengan alrededor. Lo importante en esa etapa es el afecto, que se sientan seguros. Eso es lo que sienta las bases para socializar de manera sana en el futuro”, afirma. “Se sabe también, y esto está tipificado, que en torno a los nueve meses los bebés sufren un proceso de pánico al extraño que puede producirle un estrés traumático que puede repercutir incluso en su salud”.
El debate pedagógico en torno al cuidado de la primera infancia viene de lejos. Por un lado está la tesis de que las guarderías son los lugares más adecuados para promover las habilidades sociales y académicas de los niños antes de su entrada formal al colegio. Por el contrario, otras teorías subrayan que una salida del hogar demasiado temprana puede interrumpir vínculos afectivos y dar lugar a problemas de comportamiento. Ambas tesis cuentan con investigaciones científicas que las respaldan, aunque los últimos trabajos parecen aunar las dos corrientes. Un amplio estudio promovido por el Instituto de Salud Infantil de EE UU publicado en 2010 sostiene que lo importante de verdad es la calidad de los cuidados recibidos, por encima de si se proporcionan en casa o en la guardería.
Según Gámez, la calidad de la atención en las escuelas infantiles está lastrada por la masificación de las aulas. Con ligeras variaciones entre comunidades, el número máximo de alumnos permitido en cada una es de ocho para los niños menores de un año, 12-13 para los de uno a dos años y 18-20 para los de dos a tres años. “Así no se puede trabajar. Cuando te formas para educar niños aprendes una serie de cosas que luego no puedes aplicar porque tienes demasiados niños a tu cargo”, sostiene. Un lamento que comparten muchas de las profesionales que trabajan en estos centros.
Esta fue precisamente la razón que llevó a Manuela Sanz a dejar su empleo en una escuela infantil privada. “Conocí a Inés Gámez en una charla y me di cuenta de que no podía seguir trabajando en aulas masificadas. Era frustrante para mí”, recuerda. De esta forma, hace cuatro años Sanz entró a formar parte de la Asociación Madres de Día, creada en el año 2006 por Gámez para agrupar a educadoras que, como ella, siguen el método pedagógico Waldorf —que trata de adaptarse al ritmo de desarrollo de cada niño fomentando su creatividad y el juego libre—. Y se puso a trabajar en su casa.
No solo eso: Manuela Sanz se ha convertido en una de las madres de día que más están peleando por normalizar la profesión, hasta el punto de que el año pasado decidió crear su propia asociación, la Red de Madres de Día, para dar visibilidad al colectivo ante las Administraciones y las familias.
“Es una organización que da cabida a otros métodos pedagógicos, no solo Waldorf. Creí que era necesario para que pudieran tener voz otras educadoras. No nos une un método, sino una disposición: el respeto al ritmo de desarrollo de cada niño”, explica Sanz.
Varios son los objetivos de esta nueva asociación. En primer lugar, ofrecer un punto de apoyo mutuo. “Es verdad que estamos todo el día solas y muchas veces surgen dudas pedagógicas. Pero podemos resolver ese problema creando una buena red profesional”, apunta Sanz. Otra meta es lograr una regulación para la actividad, que incluye una titulación reglada. “Hasta que eso se consiga, estamos poniendo en marcha talleres. Para ser madre de día es fundamental la formación constante”.
En un año, una veintena de iniciativas se han incorporado a la red creada por Manuela Sanz, la mayoría en Madrid. “Pero se han mostrado interesadas más de 150 personas de toda España. Esto prueba que cada vez hay más personas que se interesan por este modelo”, asevera. “Si se logra normalizar la profesión como en otros países, las familias podrían acceder a las ayudas establecidas para los centros privados. No queremos ser un servicio elitista, queremos que sea accesible para todas aquellas familias que prefieran este modelo, pero no podemos ajustar más los precios”, apunta.
Patricia G., madre de un niño de un año, constata ese creciente interés. Vive en pleno centro de Madrid y no le ha sido fácil encontrar una madre de día para su hijo. “Estuvimos en dos procesos de selección, pero no conseguimos plaza. Pero no nos rendimos y al final, organizándonos con otras tres familias, contratamos a una que estaba empezando a establecerse. El niño lleva ya un mes con ella y está encantado”, relata. ¿Por qué tanto empeño? “Porque quería implicarme en su educación más de lo que te permiten las escuelas, seguir su desarrollo más de cerca, que hubiera menos niños, que estuviera en un ambiente más familiar”, responde. De momento, está muy satisfecha con su elección.
¿Y por qué la denominación de madres de día? ¿Se sigue considerando el cuidado de los bebés como una labor exclusivamente femenina? “La denominación no tiene tanto que ver con el sexo del educador como con el tipo de vínculo que se establece entre el educador y el niño. Es un vínculo más íntimo que el que existe entre un profesor y un alumno, que hace referencia al apego que une a una madre con su hijo en los primeros meses de un bebé”, explica Inés Gámez, admitiendo, no obstante, que la mayoría de las madres de día son mujeres.
El sindicato STEE-EILAS incluía este hecho entre sus críticas al proyecto de nidos familiares en el País Vasco. “En lugar de conseguir el objetivo para el que se ideó, la conciliación del cuidado de los hijos y el trabajo de sus padres, está logrando el efecto contrario, ya que empuja de nuevo la figura de la mujer al hogar y al ámbito privado”, argumentaba en una nota la organización.
Lorena Saletti-Cuesta, investigadora de la Escuela Andaluza de Salud Pública y autora de varios trabajos sobre feminismo y maternidad, advierte sobre el peligro de utilizar argumentos biológicos para apoyar ciertas teorías pedagógicas. “Hay un auge de las teorías sobre los beneficios de la crianza natural, que ensalzan por encima de todo el instinto maternal, que supone un paso atrás en la lucha por la igualdad de las mujeres”, sostiene Saletti-Cuesta. “No se trata de rechazar estos discursos; por supuesto tienen partes positivas. Pero hay que observar con mirada crítica si realmente no están perpetuando la lógica de género de siempre: el cuidado de niños corresponde a la mujer porque es algo natural”, previene la experta.
Al instalarse de nuevo en España, Gámez no se planteó buscar empleo en una escuela infantil, ni pública ni privada. “No me veía en aulas con 20 niños. Es imposible atender bien a tantos a la vez”, explica. Quería seguir trabajando en casa, con grupos reducidos, pero se encontró con que en España existe un absoluto vacío legal para esta actividad. No había ninguna normativa que la avalase, estableciendo parámetros como el tipo de formación necesaria para ejercer esta función o las normas básicas de seguridad. Tampoco había ninguna norma que la prohibiera. Así que decidió importar el modelo empleándose como autónoma. Fue la primera en Madrid. Hoy hay dos asociaciones que agrupan a medio centenar de profesionales en la capital, una de ellas fundada por la propia Gámez, mientras surgen iniciativas similares en otras ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla o Pamplona, con precios parecidos a las tarifas de las escuelas privadas. “Hay una demanda creciente de familias que quieren un ambiente más familiar que el que ofrecen las escuelas infantiles, pero que a la vez sea profesional”, asegura.
No más de cuatro niños por vivienda
• Las madres de día acogen a menores de tres años en sus casas un máximo de ocho horas al día y en grupos de no más de cuatro niños. Si hay alguno de menos de 12 meses, suelen reducir el grupo a tres porque los bebés requieren más cuidados.• Las casas suelen tener un espacio al aire libre o un parque cerca. Usualmente tienen una habitación para cunas y las medidas de seguridad habituales en hogares con niños.
• Las cuotas varían según las ciudades y las zonas. Generalmente, son un poco más altas que las de los centros infantiles privados.
• Todas las madres de día tienen una titulación específica. Suelen ser educadoras infantiles, pedagogas o psicopedagogas.
• Las formas de contratación del servicio varían en cada caso. Unas se dan de alta como autónomas, otras se emplean como trabajadoras del hogar y algunas crean asociaciones con las familias para trabajar como empleadas de esa entidad. En todos los casos se contratan seguros de responsabilidad civil para el cuidado de niños.
• Las vacaciones son las mismas que las escolares, excepto en verano. Suelen cerrar solo en agosto.
El modelo se extiende por España, pero sigue sin haber una normativa estatal ni inspecciones que supervisen la actividad. A falta de marco legal, son las propias profesionales las que se están autorregulando. “En las asociaciones seguimos unas normas comunes de formación y seguridad. Esto da confianza a las familias”, comenta Gámez. “Pero creemos que no es suficiente. Hace años que estamos pidiendo a las Administraciones que normalicen la profesión como lo está en otros países europeos. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, se muestran abiertos a nuestras propuestas, pero de momento seguimos con el vacío legal”, prosigue.
Solo dos comunidades, Navarra y País Vasco, han dado un paso adelante. En Navarra, una orden foral regula desde el año 2006 el “servicio de atención a menores de tres años en el domicilio de las cuidadoras”. La norma exige una titulación específica a las profesionales, impone requisitos y normas de seguridad en las casas y establece un máximo de cuatro niños por educadora. Durante cuatro años, entre 2008 y 2012, la actividad estuvo incluso subvencionada por el Gobierno navarro, a través de la asociación Casas Amigas, pero el año pasado los recortes se llevaron por delante la ayuda.
Desde entonces algunas de las educadoras que trabajaban en aquel proyecto, una veintena, han seguido ejerciendo como autónomas agrupadas en tres colectivos distintos, Creciendo Juntos, Madres de Día de Pamplona y Cuidándote. “Hemos tenido que subir entre un 5% y un 10% algunas tarifas para poder seguir adelante sin la subvención. Hay muchos gastos a los que hacer frente: Seguridad Social, mantenimiento de las viviendas, seguros…”, comenta Verónica Gutiérrez, de la asociación Madres de Día de Pamplona. El precio medio del servicio ahora ronda los 350 euros mensuales por cinco horas y los 450 por ocho horas.
Un programa similar, denominado Nidos familiares para el cuidado infantil, se puso en marcha de manera experimental en 2011 en el País Vasco. Financiado por la Consejería de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno regional, entonces dirigido por el PSOE, el proyecto arrancó ese año con cinco casas en Bilbao y se amplió en 2012 con otras 18 viviendas repartidas por toda la región.
Pero la iniciativa desató muchas críticas en esta comunidad, hasta el punto de crear división dentro del propio Ejecutivo. La Consejería de Educación rechazó desde el primer momento el programa, por considerar que los recursos públicos debían destinarse a las escuelas infantiles, no a financiar este tipo de iniciativas privadas, y propuso no darle continuidad más allá de 2013, cuando se agotara la partida presupuestaria prevista. El nuevo Gobierno del PNV ha recogido el guante y asegura que va a darle carpetazo. “Está en fase de evaluación, pero es muy probable que no siga el año que viene”, asegura un portavoz.
Las críticas también surgieron entre los profesionales de la educación. “No estamos en contra de que exista esta alternativa, pero sí de que se financie con fondos públicos. Apoyando programas como este, lo que hace la Administración es desentenderse de la atención a la primera infancia promoviendo redes privadas”, argumenta Arantza Fernández de Garayalde, portavoz del sindicato de docentes vascos STEE-EILAS.
“Consideramos además que donde mejor están los niños es en las escuelas infantiles, con programas pedagógicos contrastados y profesionales formados para dar respuesta a las necesidades de esta etapa. El proyecto de nidos familiares solo exige una formación de 200 horas y las cuidadoras están solas durante ocho horas con cuatro criaturas, sin apoyo de compañeros ni el respaldo de un equipo pedagógico”, prosigue. “Además, ¿qué pasa si la cuidadora enferma? ¿Quién cubre su baja?”, se pregunta.
Carmen Ferrero, presidenta de la Junta de Portavoces de la Plataforma por la Educación Infantil Pública de Madrid, tiene una opinión parecida. “Si funciona bien, una escuela infantil es el mejor lugar para estimular el desarrollo de los niños. Ahí están atendidos por personal muy especializado y se mueven en un entorno más rico que si se quedan en una casa: hay otros niños de diferentes edades, tienen más estímulos y variedad de referencias”, sostiene. Ferrero, no obstante, cree que debería regularse la profesión de madre de día. “Ya que existe esa actividad, debería estar sometida a un control exhaustivo”, asevera.
Inés Gámez asegura, por el contrario, que donde mejor están los niños es en un ambiente más reducido. “Está demostrado que los niños menores de tres años no están preparados para socializar, por mucho estímulo que tengan alrededor. Lo importante en esa etapa es el afecto, que se sientan seguros. Eso es lo que sienta las bases para socializar de manera sana en el futuro”, afirma. “Se sabe también, y esto está tipificado, que en torno a los nueve meses los bebés sufren un proceso de pánico al extraño que puede producirle un estrés traumático que puede repercutir incluso en su salud”.
El debate pedagógico en torno al cuidado de la primera infancia viene de lejos. Por un lado está la tesis de que las guarderías son los lugares más adecuados para promover las habilidades sociales y académicas de los niños antes de su entrada formal al colegio. Por el contrario, otras teorías subrayan que una salida del hogar demasiado temprana puede interrumpir vínculos afectivos y dar lugar a problemas de comportamiento. Ambas tesis cuentan con investigaciones científicas que las respaldan, aunque los últimos trabajos parecen aunar las dos corrientes. Un amplio estudio promovido por el Instituto de Salud Infantil de EE UU publicado en 2010 sostiene que lo importante de verdad es la calidad de los cuidados recibidos, por encima de si se proporcionan en casa o en la guardería.
Según Gámez, la calidad de la atención en las escuelas infantiles está lastrada por la masificación de las aulas. Con ligeras variaciones entre comunidades, el número máximo de alumnos permitido en cada una es de ocho para los niños menores de un año, 12-13 para los de uno a dos años y 18-20 para los de dos a tres años. “Así no se puede trabajar. Cuando te formas para educar niños aprendes una serie de cosas que luego no puedes aplicar porque tienes demasiados niños a tu cargo”, sostiene. Un lamento que comparten muchas de las profesionales que trabajan en estos centros.
Esta fue precisamente la razón que llevó a Manuela Sanz a dejar su empleo en una escuela infantil privada. “Conocí a Inés Gámez en una charla y me di cuenta de que no podía seguir trabajando en aulas masificadas. Era frustrante para mí”, recuerda. De esta forma, hace cuatro años Sanz entró a formar parte de la Asociación Madres de Día, creada en el año 2006 por Gámez para agrupar a educadoras que, como ella, siguen el método pedagógico Waldorf —que trata de adaptarse al ritmo de desarrollo de cada niño fomentando su creatividad y el juego libre—. Y se puso a trabajar en su casa.
No solo eso: Manuela Sanz se ha convertido en una de las madres de día que más están peleando por normalizar la profesión, hasta el punto de que el año pasado decidió crear su propia asociación, la Red de Madres de Día, para dar visibilidad al colectivo ante las Administraciones y las familias.
“Es una organización que da cabida a otros métodos pedagógicos, no solo Waldorf. Creí que era necesario para que pudieran tener voz otras educadoras. No nos une un método, sino una disposición: el respeto al ritmo de desarrollo de cada niño”, explica Sanz.
Varios son los objetivos de esta nueva asociación. En primer lugar, ofrecer un punto de apoyo mutuo. “Es verdad que estamos todo el día solas y muchas veces surgen dudas pedagógicas. Pero podemos resolver ese problema creando una buena red profesional”, apunta Sanz. Otra meta es lograr una regulación para la actividad, que incluye una titulación reglada. “Hasta que eso se consiga, estamos poniendo en marcha talleres. Para ser madre de día es fundamental la formación constante”.
En un año, una veintena de iniciativas se han incorporado a la red creada por Manuela Sanz, la mayoría en Madrid. “Pero se han mostrado interesadas más de 150 personas de toda España. Esto prueba que cada vez hay más personas que se interesan por este modelo”, asevera. “Si se logra normalizar la profesión como en otros países, las familias podrían acceder a las ayudas establecidas para los centros privados. No queremos ser un servicio elitista, queremos que sea accesible para todas aquellas familias que prefieran este modelo, pero no podemos ajustar más los precios”, apunta.
Patricia G., madre de un niño de un año, constata ese creciente interés. Vive en pleno centro de Madrid y no le ha sido fácil encontrar una madre de día para su hijo. “Estuvimos en dos procesos de selección, pero no conseguimos plaza. Pero no nos rendimos y al final, organizándonos con otras tres familias, contratamos a una que estaba empezando a establecerse. El niño lleva ya un mes con ella y está encantado”, relata. ¿Por qué tanto empeño? “Porque quería implicarme en su educación más de lo que te permiten las escuelas, seguir su desarrollo más de cerca, que hubiera menos niños, que estuviera en un ambiente más familiar”, responde. De momento, está muy satisfecha con su elección.
¿Y por qué la denominación de madres de día? ¿Se sigue considerando el cuidado de los bebés como una labor exclusivamente femenina? “La denominación no tiene tanto que ver con el sexo del educador como con el tipo de vínculo que se establece entre el educador y el niño. Es un vínculo más íntimo que el que existe entre un profesor y un alumno, que hace referencia al apego que une a una madre con su hijo en los primeros meses de un bebé”, explica Inés Gámez, admitiendo, no obstante, que la mayoría de las madres de día son mujeres.
El sindicato STEE-EILAS incluía este hecho entre sus críticas al proyecto de nidos familiares en el País Vasco. “En lugar de conseguir el objetivo para el que se ideó, la conciliación del cuidado de los hijos y el trabajo de sus padres, está logrando el efecto contrario, ya que empuja de nuevo la figura de la mujer al hogar y al ámbito privado”, argumentaba en una nota la organización.
Lorena Saletti-Cuesta, investigadora de la Escuela Andaluza de Salud Pública y autora de varios trabajos sobre feminismo y maternidad, advierte sobre el peligro de utilizar argumentos biológicos para apoyar ciertas teorías pedagógicas. “Hay un auge de las teorías sobre los beneficios de la crianza natural, que ensalzan por encima de todo el instinto maternal, que supone un paso atrás en la lucha por la igualdad de las mujeres”, sostiene Saletti-Cuesta. “No se trata de rechazar estos discursos; por supuesto tienen partes positivas. Pero hay que observar con mirada crítica si realmente no están perpetuando la lógica de género de siempre: el cuidado de niños corresponde a la mujer porque es algo natural”, previene la experta.
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