Alérgicos al medicamento que les puede salvar la vida
Una técnica de desensibilización elimina la intolerancia a ciertos tratamientos
Victoria tiene cáncer desde hace cinco años. Empezó en sus ovarios, se extendió por sus intestinos, el bazo, el apéndice… "Tengo la tripa vacía", comenta. Pero las metástasis se han expandido hasta su garganta y pulmones. Ya no se pueden extirpar más órganos afectados y la quimioterapia es el único tratamiento posible para alargar su vida. En su primera sesión hace unos meses, esta extremeña de 54 años casi se muere. Tiene alergia al carboplatino, un fármaco presente en el tratamiento de quimioterapia. ¿Qué hacer cuándo no toleras el único medicamento que te puede salvar la vida? "Confiar y seguir adelante", contesta la paciente. Por eso, cada 21 días, recorre los 300 kilómetros que separan su casa del hospital Gregorio Marañón en Madrid, para someterse a su tratamiento mediante un proceso de desensibilización a su alergia.
La técnica consiste en aplicar el fármaco diluido en dosis con muy poca cantidad del medicamento, que se aumenta gradualmente hasta llegar a la toma completa. Pero se tiene que hacer bajo supervisión médica, alerta el doctor José Manuel Zubeldia, jefe del servicio de alergología del Gregorio Marañón, para vigilar y controlar cualquier reacción adversa que pueda surgir durante el proceso. Por eso las sesiones de quimioterapia de Victoria duran unas 12 horas, el doble de lo normal. "Me toman la tensión cada tres minutos para comprobar que estoy bien", dice. La desensibilización mantiene sus efectos mientras no se interrumpa el tratamiento, pero la cita de Victoria con la quimio es mensual, por lo que el proceso se repite cada visita.
La intolerancia a medicamentos es cada vez más común porque de la investigación surgen nuevas fórmulas más eficaces para el tratamiento de ciertas enfermedades. Pero no siempre el organismo las admite. Los expertos calculan que un 15% de la población padece este tipo de alergia. Es el caso de Jaime, un joven madrileño de 37 años con esclerosis múltiple (EM), una enfermedad neurodegenerativa. Desde los 17 años, cuando le diagnosticaron, tomaba interferón, un tratamiento que no evitó que sus pies se dieran literalmente la vuelta. Hace tres años empezó a tomar copaxone, un nuevo medicamento que "le va estupendamente", según Petri, su madre. Pero cuando se lo inyecta su cara y su garganta se hinchan y no puede respirar. "La primera vez creía que me ahogaba en el coche de camino al hospital", recuerda Jaime. Tras un proceso de desensibilización al fármaco, se puede tomar su dosis diaria sin problemas.
Este tipo de alergia es el tercer motivo de consulta en los servicios de alergología, por detrás del asma y la rinitis. "Renunciar al tratamiento más eficaz porque produzca alergia, sería limitar la calidad de vida de los pacientes, incluso acortarla", explica Zubeldia. Solo en estos casos en los que no se puede sustituir el medicamento se aplica la desensibilización. "Tiene riesgos, pueden surgir problemas durante el proceso", comenta el médico. En el hospital Gregorio Marañón hay un equipo multidisciplinar (oncólogos, alergólogos, enfermeras, farmacéuticos) liderado por Zubeldia, para aplicar este tratamiento desde noviembre de 2011. "Hace falta mucha gente, requiere hospitalización y es peligroso, por eso no se hace en todos los hospitales", añade el jefe del servicio. Sus resultados, un 95% de éxito, merecen el esfuerzo. Su experiencia con esta técnica la han compartido en el Libro de las enfermedades alérgicas de la Fundación BBVA, que se puede consultar íntegro en Internet.
La desensibilización también se aplica, de manera más generalizada, para tratar alergias a alimentos, normalmente, al huevo y la leche. La intolerancia a estos productos se manifiesta con ronchas en la piel, vómitos y, en los casos más graves, con una crisis anafiláctica que puede poner en peligro la vida de la persona. Combatir estas alergias no es tan fácil como dejar de comer los alimentos que las producen. La leche y, sobre todo, el huevo, están presentes en multitud de comidas y preparados. Bien lo sabe Lidia, madre de Aldara, una niña de 5 años que rechaza el huevo. "Tardo horas en hacer la compra porque lo tengo que mirar todo, hasta el jamón york tiene trazas de huevo", afirma.
Desde hace un mes, Aldara y su madre pasan una mañana a la semana en una sala de recreo, donde la pequeña juega a las cartas con otros niños. Esperan junto a la consulta de la doctora Victoria Fuentes en el hospital madrileño, quién comprobará que la niña, alérgica desde que tenía un año cuando comió su primera tortilla, no tiene reacciones a la dosis de clara que le han administrado. Ya va por 4 mililitros, que toma diluidos en zumo. Cuando termine su tratamiento Aldara podrá comerse los 30 mililitros que tiene un huevo, tres o cuatro veces por semana como cualquier persona. Otra cosa es que lo prefiera frito o como ingrediente en un pastel. Tendrá que probar, porque no conoce el sabor de ninguno de los dos.
La técnica consiste en aplicar el fármaco diluido en dosis con muy poca cantidad del medicamento, que se aumenta gradualmente hasta llegar a la toma completa. Pero se tiene que hacer bajo supervisión médica, alerta el doctor José Manuel Zubeldia, jefe del servicio de alergología del Gregorio Marañón, para vigilar y controlar cualquier reacción adversa que pueda surgir durante el proceso. Por eso las sesiones de quimioterapia de Victoria duran unas 12 horas, el doble de lo normal. "Me toman la tensión cada tres minutos para comprobar que estoy bien", dice. La desensibilización mantiene sus efectos mientras no se interrumpa el tratamiento, pero la cita de Victoria con la quimio es mensual, por lo que el proceso se repite cada visita.
La intolerancia a medicamentos es cada vez más común porque de la investigación surgen nuevas fórmulas más eficaces para el tratamiento de ciertas enfermedades. Pero no siempre el organismo las admite. Los expertos calculan que un 15% de la población padece este tipo de alergia. Es el caso de Jaime, un joven madrileño de 37 años con esclerosis múltiple (EM), una enfermedad neurodegenerativa. Desde los 17 años, cuando le diagnosticaron, tomaba interferón, un tratamiento que no evitó que sus pies se dieran literalmente la vuelta. Hace tres años empezó a tomar copaxone, un nuevo medicamento que "le va estupendamente", según Petri, su madre. Pero cuando se lo inyecta su cara y su garganta se hinchan y no puede respirar. "La primera vez creía que me ahogaba en el coche de camino al hospital", recuerda Jaime. Tras un proceso de desensibilización al fármaco, se puede tomar su dosis diaria sin problemas.
Este tipo de alergia es el tercer motivo de consulta en los servicios de alergología, por detrás del asma y la rinitis. "Renunciar al tratamiento más eficaz porque produzca alergia, sería limitar la calidad de vida de los pacientes, incluso acortarla", explica Zubeldia. Solo en estos casos en los que no se puede sustituir el medicamento se aplica la desensibilización. "Tiene riesgos, pueden surgir problemas durante el proceso", comenta el médico. En el hospital Gregorio Marañón hay un equipo multidisciplinar (oncólogos, alergólogos, enfermeras, farmacéuticos) liderado por Zubeldia, para aplicar este tratamiento desde noviembre de 2011. "Hace falta mucha gente, requiere hospitalización y es peligroso, por eso no se hace en todos los hospitales", añade el jefe del servicio. Sus resultados, un 95% de éxito, merecen el esfuerzo. Su experiencia con esta técnica la han compartido en el Libro de las enfermedades alérgicas de la Fundación BBVA, que se puede consultar íntegro en Internet.
La desensibilización también se aplica, de manera más generalizada, para tratar alergias a alimentos, normalmente, al huevo y la leche. La intolerancia a estos productos se manifiesta con ronchas en la piel, vómitos y, en los casos más graves, con una crisis anafiláctica que puede poner en peligro la vida de la persona. Combatir estas alergias no es tan fácil como dejar de comer los alimentos que las producen. La leche y, sobre todo, el huevo, están presentes en multitud de comidas y preparados. Bien lo sabe Lidia, madre de Aldara, una niña de 5 años que rechaza el huevo. "Tardo horas en hacer la compra porque lo tengo que mirar todo, hasta el jamón york tiene trazas de huevo", afirma.
Desde hace un mes, Aldara y su madre pasan una mañana a la semana en una sala de recreo, donde la pequeña juega a las cartas con otros niños. Esperan junto a la consulta de la doctora Victoria Fuentes en el hospital madrileño, quién comprobará que la niña, alérgica desde que tenía un año cuando comió su primera tortilla, no tiene reacciones a la dosis de clara que le han administrado. Ya va por 4 mililitros, que toma diluidos en zumo. Cuando termine su tratamiento Aldara podrá comerse los 30 mililitros que tiene un huevo, tres o cuatro veces por semana como cualquier persona. Otra cosa es que lo prefiera frito o como ingrediente en un pastel. Tendrá que probar, porque no conoce el sabor de ninguno de los dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario