INVESTIGACIÓN | Más datos
La basura de unos es riqueza de otros
La riqueza bacteriana es mucho menor en las personas obesas. | EL MUNDO
- En las heces puede estar una de las claves del sobrepeso y la obesidad
España, como todos los imperios, disfrutó de su Siglo de Oro. De aquellos tiempos nos queda, quizá la nostalgia y las obras magistrales de los literatos que contribuyeron a su esplendor. Curiosamente, la obra de Calderón de la Barca nos revela aspectos de nuestra sociedad que han permanecido inmutables. Por ejemplo, en 'La Vida es Sueño', que nos relata, ya en su época en tiempo pretérito: "cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba,...".
No hay duda que este verso de Calderón resuena con la misma propiedad en nuestra España del siglo XXI que durante su debut hace 378 años. Pero el propósito de este preludio no es hacer una declaración más de la situación actual de la investigación española, sino seguir explorando esta obra e incidir en la connotación nutricional de los versos que figuran a continuación: "Que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía". En principio, y suponiendo que se refería no a las hierbas de una manera literal, sino de una manera mas amplia a las plantas salvajes encontradas por los campos, la dieta de nuestro sabio era dentro de su penuria, o debido a la misma, bastante cardiosaludable.
En ese aspecto, sí que han cambiado los tiempos, ya que ahora el sabio pobre tendría que sobrevivir de comida basura, que es la más económica. Pero sigamos avanzando en la lectura de los versos hasta llegar al momento en que nuestro sabio (hoy en día probablemente representado por un investigador joven en busca de trabajo) lamenta enunciando: "¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió, halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó". La moraleja actual de la historia es evidente, pero estas frases también nos llevan al objetivo final de esta historia, es decir, la realidad de que la basura de unos es riqueza para otros.
Esto no se puede hacer más evidente en la investigación de la relación entre la microbiota intestinal y la salud. Algo que requiere para su estudio, evidentemente, heces. Es precisamente en esas heces, y tal como describíamos en esta sección hace ya más de dos años, donde puede estar una de las claves de nuestra obesidad y también la razón por la que hay individuos con sobrepeso y obesidad que mantienen una buena salud a lo largo de sus vidas, mientras que otros caen víctimas prematuramente de las enfermedades que se han atrincherado y fortalecido en nuestra sociedad, como las cardiovasculares, la diabetes y el cáncer, por citar sólo las más comunes.
En la actualidad, estamos aprendiendo a reconciliarnos con la idea de que no estamos 'solos', y no me refiero a la sociedad que nos rodea, sino a la sociedad (de células) que llevamos en nuestro interior y que numéricamente supera a las que consideramos como genuinamente nuestras por un factor de 10. Las características de esta 'sociedad' bacteriana, que nos acompaña desde el momento en que vemos por primera vez la luz del día hasta que nos desvanecemos en la noche eterna, parece ser esencial para definir nuestro balance entre la salud y la enfermedad.
Los avances mas recientes a este respecto han aparecido estos días en la revista 'Nature'. El corolario del primer artículo, firmado por Le Chatelier y otros, es claro y conciso: "cuantos más mejor". Estos investigadores describen cómo el número de tipos de bacterias intestinales difiere significativamente entre sujetos obesos y no obesos. La 'riqueza' bacteriana es mucho mayor en los sujetos no obesos comparada con los obesos. Así pues, una flora bacteriana poco variada se asocia con mayor acumulación de grasa corporal así como mayores niveles de inflamación, un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular y de envejecimiento poco saludable.
Desde el punto de vista práctico, este conocimiento puede ser el origen de ensayos, basados en las heces, que permitan dar a conocer el riesgo de un individuo a adquirir sobrepeso y obesidad, pero incluso más importante, a identificar si el individuo evolucionaríaa a estados patológicos como resultado de la acumulación excesiva de grasa. Es decir, si estos resultados se confirman, pondrían a nuestra disposición una bola de cristal para vislumbrar el futuro a través de algo tan oscuro e insospechado como nuestras heces.
Sin embargo, catalogar a los individuos no puede ser el objetivo final. Si el ensayo revela que la microbiota es variada y feliz, entonces el sujeto es afortunado y puede vivir con esa relativa tranquilidad. Pero ¿qué ocurre si el veredicto es el contrario? Es decir, ¿qué pasa si existe riesgo elevado de obesidad y enfermedades relacionadas? ¿Podemos cambiar nuestro destino? Un número de investigaciones recientes han sugerido que nuestra flora intestinal es bastante resistente a los cambios (a no ser que sea repetidamente castigada con antibióticos).
Sin embargo, el segundo artículo de 'Nature', firmado por Cotillard y colaboradores, viene a demostrar, aunque tenuemente, que determinadas dietas, como aquellas que son bajas en calorías, pueden contribuir al enriquecimiento de nuestra flora bacteriana, especialmente en aquellos individuos que la tienen poco variada. Este trabajo abre la posibilidad de que podamos no sólo catalogar sino poner el remedio utilizando determinadas pautas nutricionales.
Lo que también se ha ido demostrando es que un consumo generoso de frutas y vegetales, y por lo tanto de fibra, parece estar asociado con una riqueza bacteriana saludable. Por lo tanto, no cabe duda que nuestro "sabio pobre y mísero" iba por el buen camino nutricional para mantener su salud física. Con respecto a su salud mental, probablemente contribuyeran más a ella la riqueza de los presupuestos dedicados a la investigación que la riqueza de la flora bacteriana.
José Mª Ordovás* es director del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU), profesor de Nutrición y Genética, director científico del Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación (IMDEA) e investigador colaborador senior en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (Madrid).
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