El sida con nombre femenino
Expertos en VIH elaboran una guía para la atención de mujeres afectadas
Hay rasgos biológicos, psicológicos y sociales que exigen un trato diferenciado
Jaime Prats Valencia 9 SEP 2013 - 21:49 CET
Hasta el año 1993 las mujeres con VIH estaban excluidas de los ensayos clínicos de los fármacos en desarrollo para tratar la infección. Los datos de toxicidad, eficacia y seguridad que se obtenían de los hombres entre los que se probaba el medicamento se extrapolaban directamente a las mujeres. Veinte años después, las cosas han cambiado.
Existe el convencimiento de que hombres y mujeres afectados por el virus necesitan cuidados diferenciados —aunque pueda ser, en ocasiones, cuestión de matices— por su distinta respuesta ante el VIH. Desde ayer, los profesionales sanitarios cuentan con un documento destinado a permitir un abordaje diferenciado de las mujeres infectadas por VIH. Sus autores son el Grupo de Estudios de Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc) y la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida, entidad ligada al Ministerio de Sanidad. De acuerdo con sus impulsores, es el primer consenso científico de este tipo publicado en Europa.
Era “urgente” la elaboración de un documento como este para “brindar a la mujer una atención adecuada que evite sesgos de género y tome en consideración sus aspectos biológicos, psicológicos y sociales específicos” respecto a la infección, sostiene Juan Berenguer, presidente de Gesida.
Mujeres, VIH y sida
El 49% de los infectados por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) en el mundo son mujeres. Son 16,7 millones, según datos de la agencia de Naciones Unidas para el Sida (Onusida) en su informe de 2012.
Más de tres cuartas partes de ellas viven en África. En especial, en el sur
del Sáhara donde el 58% de las personas que han contraído el VIH son mujeres. Los territorios subsaharianos son la zona más afectada por el virus, por delante del Caribe.
Con todo, el número de muertes (fruto del desarrollo de enfermedades oportunistas derivadas de la caída de defensas que provoca el agente infeccioso) relacionados con el sida en el África subsahariana se ha reducido en un tercio entre 2005 y 2011.
En 2011 se diagnosticaron 28.038 contagios por VIH en los 29 países europeos que monitoriza el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés). El 25% correspondieron a mujeres.
En España, en 2011 se notificaron 2.763 nuevos casos de VIH, según los datos remitidos a la Secretaría del Plan del Sida por las comunidades autónomas —excepto Andalucía y la Comunidad Valenciana—. La tasa de mujeres infectadas es aún inferior a la media europea con un 16,6%. Entre ellas, la principal categoría de transmisión son las relaciones heterosexuales, mientras que en los hombres este apartado representa apenas un 20%. En los pacientes masculinos el contagio se debió a relaciones homosexuales en el 64% de los casos.
La población inmigrante representa en España el 37% de los nuevos diagnósticos de contagios por VIH. Más del 50% son mujeres.
Desde el inicio de la epidemia, en España se han registrado 82.009 casos de sida (enfermedades por inmunodeficiencia debida al virus). En 2011 se notificaron 844, de los que el 21% fueron mujeres, una tasa que se ha mantenido estable en los últimos años, según los datos del Ministerio de Sanidad.
La guía fija recomendaciones relacionadas, entre otros aspectos, con las mejores prácticas en el tratamiento con medicamentos antirretrovirales de mujeres con VIH. A medida que avanza el conocimiento en la infección y se centra el foco en las diferencias en relación con el sexo se ha observado que las mujeres “experimentan mayor riesgo” de presentar dislipemia, acidosis láctica o alteraciones hepáticas. También se ha visto que el género influye en los perfiles de toxicidad de los fármacos.
¿Qué implica tener en cuenta las diferencias biológicas entre hombres y mujeres en la terapia del VIH? Concha Amador, de Gesida, responde con un ejemplo relacionado con la administración de la nevirapina, un medicamento antirretroviral que se administra en el caso de fracaso de otros tratamientos. En función de la situación inmunológica del paciente —un aspecto que se mide contando el número de linfocitos CD4 en la sangre— este medicamento puede resultar tóxico. Sin embargo, los valores que los especialistas usan de referencia para aconsejar o no el empleo de este antirretroviral son diferentes en el caso del hombre y la mujer. “Estas cuestiones hay que tenerlas presentes”, apunta la responsable de la unidad de enfermedades infecciosas del hospital Marina Baixa de La Vila Joiosa (Alicante).
La guía aborda cómo afrontar la infección o el desarrollo del sida en la adolescencia, el climaterio o el embarazo. O aspectos ligados a rasgos propios de la salud emocional y sexual de la mujer.
Concha Amador apunta que en sus consultas suele presenciar más casos de ansiedad o depresión entre las pacientes femeninas, “especialmente por el miedo de que se conozca su estado, aunque este es un comportamiento generalizado entre hombres y mujeres”.
Otra cuestión clave tiene que ver con las mujeres embarazadas con VIH. No tanto —en los países con sistemas sanitarios desarrollados como España— con las terapias destinadas a evitar la transmisión del virus de la madre al hijo. Bloquear el contagio, siempre que la salud de la madre esté controlada por el personal sanitario, no suele suponer mayor dificultad, según los especialistas consultados. La mayor preocupación consiste en poder administrar pautas farmacológicas lo menos agresivas para evitar al máximo eventuales efectos secundarios en el feto, como destaca Concha Amador.
Dos décadas después de que la Agencia del Medicamento de Estados Unidos (FDA) obligara a la inclusión de mujeres en ensayos de fármacos para el VIH, el documento de consenso insiste en que las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en estos estudios. Ha habido algunos avances. Por ejemplo, el diseño de algunos estudios solo con población femenina. Aunque aún son muy escasos, como apunta el especialista en tratamiento del sida Enrique Ortega, jefe de la unidad de enfermedades infecciosas del hospital General de Valencia.
De momento, la presencia de la población femenina en los ensayos sigue siendo modesta. Oscila entre el 10% y el 37%, a pesar de que según los datos del programa de las Naciones Unidas para el sida, en todo el mundo el 49% de las infecciones corresponde a mujeres. “Estos datos ponen de manifiesto la necesidad de monitorizar los antirretrovirales para manejar los efectos adversos” y para estar atentos por si “existe algún régimen terapéutico más adecuado para mujeres”, como refleja el documento.
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