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Daniel Mediavilla La corrupción, como el cáncer, parece inherente al ser humano. Ya en el antiguo Egipto, los faraones pagaban elevados sueldos a sus recaudadores de impuestos, los escribas, para que no les estafasen y, por si el incentivo no funcionaba, crearon un cuerpo especial de escribas para vigilarlos. La existencia del fraude quedó incluso registrada en la famosa piedra Rosetta. Grabada hace unos 2.200 años, en aquella estela se anunciaba una amnistía fiscal en las que los evasores de impuestos eran puestos en libertad y sus deudas condonadas. Mujeres honestasAmpliar La mayor presencia de las mujeres en la administración reduce los niveles de corrupción. / Fortune Live Media Una de las variables relevantes para comprender y reducir la corrupción es el sexo, la posibilidad de que ser hombre o mujer influya en las probabilidades de ser más o menos honesto. Esto es lo que han querido medir en un estudio publicado en el número de diciembre de Economics Letters investigadoras de las universidades australianas de Queensland y Monash y sus resultados indican que los hombres son más deshonestos que las mujeres y en un mayor grado. Para obtener sus conclusiones, las investigadoras Lana Friesen y Lata Gangadharan organizaron un experimento en el que los sujetos recibían 20 matrices con 12 números de tres dígitos y tenían que encontrar pares de números que sumasen 10. Tenían cinco minutos para resolver el máximo número de matrices y se les informó de que recibirían un dólar por cada matriz correcta. La honestidad se medía porque eran los propios participantes en el experimento los que contaban las respuestas correctas e introducían en unos sobres, de forma anónima, la cantidad correspondiente. De los 115 participantes, un tercio fueron deshonestos (introdujeron en sus sobres más de lo que merecían) y un cuarto en el máximo grado posible (tomaron 20 dólares independientemente del número de matrices correctas). De media, los participantes tomaron 2,43 dólares de más, una cifra bastante inferior a los 15,48 dólares que podrían haber “estafado” de media. Por sexos, el 24,4% de las mujeres fueron deshonestas frente al 38,6% de los hombres, y de los diez individuos que tomaron el máximo posible, solo uno era mujer. Este tipo de estudios tienen como objetivo obtener información que sirva para reducir los niveles de corrupción en las administraciones públicas. Es una creencia común, apoyada por varios estudios científicos, que incrementar la presencia femenina en los organismos públicos puede ayudar a reducir los niveles de corrupción ya que, por ejemplo, tienen una menor tendencia que los hombres a justificar la corrupción o la evasión fiscal. Sin embargo, esa influencia positiva de las mujeres no es necesariamente lineal. Los investigadores Ranjana Mukherjee, del Banco Mundial, y Omer Gokcekus, de la Universidad Seton Hall, mostraron en un análisis de seis países con información del Banco Mundial que, pese a que algunos estudios no establecen limitaciones, hay un nivel óptimo de presencia de mujeres en las instituciones públicas. En aquellas organizaciones en las que menos de un tercio de los empleados son mujeres, incrementar el número de féminas hace que la corrupción descienda. Sin embargo, incrementar la presencia de mujeres por encima del 45% reduce la probabilidad de que se denuncien casos de corrupción y por encima del 70% la corrupción se incrementa. Más presión para las mujeres Algunos estudios argumentan que la mayor honestidad de las mujeres se debe, por un lado, a una mayor aversión al riesgo cuando se les presentan los mismos incentivos que a los hombres. Además, las diferencias de género hacen que las mujeres sean más vulnerables al castigo por saltarse las normas políticas o por una discriminación sexual tácita o explícita. En este sentido, según explica un estudio reciente de la Universidad de Rice, las diferencias entre hombres y mujeres son mucho más claras en las democracias, donde la corrupción suele estar más estigmatizada. En los sistemas autocráticos, donde saltarse la legalidad no está mal visto o incluso es la norma, las mujeres son igual de corruptibles. Algunas teorías indican que la igualdad social entre hombres y mujeres traería también la igualdad en las tasas de criminalidad al incrementarse las oportunidades para delinquir de las mujeres. Sin embargo, estudios criminológicos han mostrado en el caso de EEUU que, pese a la incorporación de las mujeres al mercado laboral y a otros ámbitos de poder de la sociedad, las diferencias en la criminalidad por sexos persisten. En cualquier caso, casi todas las investigaciones en este ámbito asumen que aún es necesario recabar más información para obtener conclusiones fiables. En un mundo en que las diferencias de género, incluso en los países más avanzados, aún son significativas, separar qué comportamientos atribuir al sexo y cuáles a otros factores aún es un trabajo delicado. REFERENCIA 'Individual level evidence of dishonesty and the gender effect' DOI: 10.1016/j.econlet.2012.08.005 |
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