lunes, 26 de noviembre de 2012

'Mamá, a mí también me duele' | Noticias | elmundo.es

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PEDIATRÍA | Influencia de la familia

'Mamá, a mí también me duele'

Niño llorando de la serie 'End Times'. | Jill GreenbergNiño llorando de la serie 'End Times'. | Jill Greenberg
  • Los hijos de padres con dolor crónico son más propensos a estos síntomas
  • Los niños aprenden de sus progenitores cómo afrontar el dolor y la enfermedad
Si usted es de los que sufren lumbalgia recurrente, o de los que cada dos por tres se ve atacado por una migraña, quizás debiera prestar atención a sus hijos y tener cuidado en cómo afronta sus síntomas, ya que sus pequeños podrían aprender a tener dolor.

Un estudio realizado con más de 5.000 adolescentes muestra que aquellos chicos cuyos padres tienen dolor crónico, de cualquier tipo, son el 50% más propensos a sufrir un trastorno doloroso crónico inespecífico. Aunque todavía no está clara la causa de ese vínculo, parece que la estructura familiar, los factores medioambientales y la manera en que los padres actúan frente a la enfermedad están detrás de esa relación.

Aunque es cierto que los genes nos influyen en nuestra salud, no lo es menos que los hábitos que adquirimos según vamos cumpliendo años influyen de forma considerable en el desarrollo de enfermedades. Los niños suelen aprender por imitación de conductas y de la misma manera que un adolescente puede animarse a hacer deporte si ve que su padre practica alguno, también puede dar el paso a fumar o beber si estos hábitos se dan de forma habitual en su familia. Y lo mismo ocurre con el dolor, que también se aprende.

Cada vez más dolor

Como apunta en su estudio el doctor Gry B. Hoftun, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega, el dolor crónico no específico, es decir, el que no está relacionado con ninguna enfermedad, en niños y adolescentes es frecuente y su prevalencia está aumentando en los últimos años. Algunos estudios españoles muestran que la mitad de los adolescentes tiene dolor lumbar, trastorno que incapacita a un 10% de ellos. La espalda no es el único lugar de conflicto, ya que los dolores de cabeza también son frecuentes en niños y adolescentes.

Aunque algunos estudios han analizado varios factores fomentan estos problemas, sus causas todavía no se conocen. Sin embargo, son pocos los trabajos que han evaluado cómo afecta en un niño el que su padre o madre sufra dolor de manera crónica. Esto es lo que han hecho el equipo del doctor Hoftun y para ello han realizado entrevistas a 5.370 adolescentes con una edad entre los 13 y los 18 años y también han llevado a cabo cuestionarios a sus progenitores.

Al analizar las respuestas, los investigadores han comprobado que los hijos cuyo padre o madre sufre dolor crónico tienen un riesgo mayor de tener este síntoma no vinculado con ninguna enfermedad que aquellos en cuyo núcleo familiar no hay ningún problema de este tipo.

En la unidad del dolor

"Este vínculo sí que lo hemos observado en la consulta, pero es más una sensación que una evidencia, ya que no preguntamos directamente sobre ello, pero sí que los pacientes nos suelen comentar problemas con su familia derivados por el dolor", señala Concepción Pérez, de la junta directiva de la Sociedad Española de Dolor y jefe de servicio de la Unidad del Dolor del Hospital de La Princesa de Madrid.
Por otro lado, el estudio, cuyos datos se publican en la revista 'Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine', muestra que los adolescentes cuyos padres están separados y que viven sólo con su madre (afectada por un dolor crónico) tienen un riesgo todavía mayor de tener dolor crónico, un 50% más. En cambio, en los jóvenes que conviven sólo con el padre (afectado con alguna patología crónica dolorosa) no se observó esa mayor incidencia de síntomas dolorosos. La causa de esta diferencia no está clara, aunque los investigadores señalan que quizás el papel más protector de la madre les influya, en este caso, negativamente.

"Hay otro estudio previo que muestra precisamente eso, que los niños que viven con padres separados con algún dolor crónico (bien sea el padre o la madre) tienen más riesgo de desarrollar síntomas dolorosos inespecíficos que los que viven con progenitores sin estos problemas", añade esta especialista que apunta a la importancia del aprendizaje en este problema. "Los niños hacen gran parte de su aprendizaje copiando a los demás. Ellos pueden imitar la conducta de sus padres frente al dolor, y está demostrado que entre los factores agravantes para desarrollar dolor en la edad adulta están las experiencias negativas vividas en la infancia en relación al dolor".

Genética y aprendizaje

La especialista en dolor señala que no existen estudios que valoren el grado en el que influye el componente genético en comparación al aprendizaje a la hora de desarrollar un problema doloroso. "De genética, todavía hay muchas cosas que no conoces. No obstante, podemos presuponer que para algunas patologías pesará más la influencia genética, pero para otras el factor psicológico y el entorno familiar son muy importantes".

En un editorial, Tonya M Palermo, y Amy Lewandowski Holley, de la Universidad de Washington y del Instituto de Investigación del Hospital Pediátrico Seattle, en Washington (EEUU), señalan que una limitación del estudio es que no se ha tenido en cuenta cómo afecta a los hijos el deterioro funcional de sus padres.

"Dolor y discapacidad pueden variar considerablemente entre niños con dolor y, por tanto, la valoración de la discapacidad es importante para definir la gravedad y el impacto del dolor crónico", afirman.

En cuanto a los tipos de dolor que más discapacidad pueden generar, Concepción Pérez explica que, aunque la percepción del dolor es muy subjetiva, se sabe que "el dolor de tipo neuropático, como las neuralgias del trigémino o el dolor posherpético, son muy discapacitantes. También la cefalea en racimos o las patologías crónicas de espalda, como la radiculopatía, causan una dificultad importante para poder llevar a cabo una vida normal".

María Rivas, psicóloga de la Unidad del Dolor del Hospital de La Princesa, trabaja en su consulta para que los pacientes acepten el dolor crónico, "les damos estrategias para afrontarlo mejor. Se insiste en que lleven a cabo actividades placenteras, que retomen su vida social. También les ofrecemos herramientas para que mejoren su asertividad, para que hablen con su familia sobre lo que les ocurre".

En cuanto a su efecto sobre los hijos, Rivas reconoce que ha visto casos en los que el niño aprende un rol pasivo frente a la enfermedad, de no aceptar el dolor. También el problema de sus padres puede ser un factor de riesgo para que el niño tenga trastornos de conducta o de otro tipo, como miedos nocturnos, fobia escolar... Son niños más frágiles porque, con la enfermedad, se pierde el rol paterno".

Tanto las especialistas españolas como las de la Universidad de Washington señalan el beneficio de que se realicen intervenciones dirigidas a los padres para modificar su respuesta frente a su dolor crónico. "En mi caso, cuando el paciente llega a la consulta, el dolor ya está muy enquistado, y suele venir con cuadros depresivos. Trabajar con él y con la familia es una parte muy importante en el tratamiento del dolor".

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