lunes, 16 de septiembre de 2013

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16 SEP 13 | Sexualidad y neurociencias
Un estudio desvela el epicentro del orgasmo
Tras más de 10 años de investigación, un equipo de neurocientíficos logra identificar el área del cerebro que controla la eyaculación y el clímax en ambos sexos.

Materia.es
 
Por Nuño Domínguez  

Un estudio identifica la zona del encéfalo que controla la eyaculación y el orgasmo en ambos sexos.
El holandés Gert Holstege comenzó masturbando a gatos a finales de los años setenta y acabó pidiendo a parejas que tuvieran sexo delante de él. Su anuncio en busca de gente dispuesta a meterse en una máquina que escanearía sus cerebros mientras llegaban al orgasmo tuvo un éxito “inesperado”.
“Gente de todo el país respondió, todo tipo de gente, fue mucho más fácil de lo que yo esperaba”, relata Holstege, neurocientífico de la Universidad de Groningen, sobre los experimentos que realizó en 2000 y que han aportado muchos de los pocos datos que, aún a día de hoy, se conocen sobre lo que ocurre en el cerebro de hombres y mujeres durante el clímax.

Finalmente, Holstege eligió a 11 mujeres heterosexuales diestras y tantos otros varones, también heterosexuales. De pie y metidos en un escáner (PET) debían dejar que su pareja les acariciase hasta alcanzar el orgasmo para que la actividad en sus cerebros quedase grabada.

“Tuvieron que ensayar antes de realizar los experimentos pues la máquina sólo grababa durante dos minutos y era mucho mejor si el orgasmo llegaba en los primeros 30 segundos”, relata Holstege. De aquel experimento se aprendieron muchas cosas. Ahora se sabe que, al contrario de lo que se pensaba, el orgasmo no se traduce en un frenesí de actividad cerebral sino más bien en un gran apagón. También se observó que lo que sucede ahí dentro es muy, muy parecido, ala efecto de la heroína. Pero hasta hace muy poco había una pregunta sin responder: ¿De qué punto del cerebro sale el orgasmo?

Los primeros escáneres de personas teniendo un orgasmo salieron movidos

La respuesta se frustró por algo muy humano: las imágenes que tomó el escáner en el momento del clímax salían movidas. No había forma de concretar el lugar exacto del encéfalo que se activaba en el momento cumbre. Más de 10 años después, un nuevo software ha logrado estabilizar las instantáneas e indicar el área del cerebro responsable del orgasmo.
El estudio de Holstege, recién publicado en Journal of Sexual Medicine, apunta a un lugar del tallo cerebral conocido como tegmento pontino dorsolateral.
El trabajo de Holstege demuestra que la zona izquierda de esta parte del cerebro controla tanto la eyaculación (masculina y femenina) como el orgasmo, sin apenas diferencias entre sexos. En los participantes que no lograban alcanzar el clímax en esos dos minutos no se activaba la zona en cuestión y lo mismo sucedía cuando los orgasmos eran fingidos.

A a luz de sus datos, Holstege cree que es hora de cambiarle el nombre al tegmento pontino dorsolateral para hacer honor a su función. En su estudio propone bautizar a este punto del cerebro como Centro de Estimulación de los Órganos Pélvicos, o POSC, en sus siglas en inglés.

La función cerebral más cercana al orgasmo en gatos y humanos es la de orinar

El POSC es como una autopista nerviosa que conecta el cerebro con los órganos sexuales en los que el orgasmo se hace físico. La zona en la que se encuentra el epicentro del orgasmo no tiene nada de místico, ni es característico de la sofisticación cerebral de los humanos frente a otras especies. “La función y la actividad de esta zona es básicamente la misma en gatos que en personas”, confiesa Holstege.

Sus resultados también han mostrado otro paralelismo entre los estudios con humanos y aquellos inicios con felinos. Aparte del orgasmo y la eyaculación, el POSC en gatos y humanos también controla los vaciados de vejiga. Holstege ha mostrado que las funciones que permiten orinar se concentran en el lado derecho del POSC y las orgásmicas y eyaculatiorias, en el izquierdo, siempre y cuando la persona sea diestra. “Sin micción no hay sexo”, resume el neurocientífico.

Pero a pesar de lo visto en este estudio, el orgasmo es mucho más complejo de lo que parece. El camino hasta el clímax comienza con estímulos físicos o visuales que, al llegar al cerebro, se dan de bruces con la corteza prefrontal. Es aquí, uno de los epicentros de la conciencia, donde se decide si es un buen momento para tener sexo.

En los campos de concentración nazis las mujeres dejaban de ovular y de menstruar

“Si estás en una situación de gran ansiedad tu cerebro decide que tener sexo no es una buena idea porque en parte implica que los hijos que puedas concebir tendrán una menor posibilidad de sobrevivir”, explica Holstege. Prueba de estos mecanismos es que en los campos de concentración nazis las mujeres dejaban de ovular y de menstruar, comenta el neurocientífico, porque “si el individuo no se siente a salvo, hay menos posibilidad de que sus hijos lo estén”.

Del orgasmo al Parkinson
Esta situación extrema, dice Holstege, se traslada a las personas que sufren anafrodisia, o falta de deseo sexual. “Entre el 15 y el 20% de todas las mujeres pueden tener este trastorno”, explica Holstege. Muchos estudios han demostrado que un orgasmo es más saludable para el cerebro que otros ejercicios intelectuales y también hay trabajos que conectan un mejor estado físico con la cantidad de orgasmos logrados a través de la penetración vaginal con el pene (otros tipos de orgasmos no aportaban beneficios). No poder llegar al orgasmo, como les sucede a muchas personas con anafrodisia, puede suponer un serio empeoramiento de la calidad de vida.

En la mayoría de los casos, cree Holstege, el POSC está intacto. “Si tienes una lesión en esta zona estás muerto”, resume. Para tratar la anafrodisia no hace falta tocar el POSC, sino que hay que ir a la corteza, allí donde, según Holstege, se encuentra el centro de control consciente que permite al cuerpo dejarse llevar y tener un orgasmo. “En muchos casos los problemas de no poder llegar al orgasmo se deben a altos niveles de ansiedad constantes”, explica el experto. “Es un problema psicológico, no neurológico”, concluye.

Otros expertos han aportado más datos. Por ejemplo, un estudio en 2004 dirigido por Barry Komisaruk, de la Universidad de Rutgers (EEUU), demostró que, en contra de lo que se creía, hay mujeres con una lesión total de la médula espinal que pueden alcanzar el orgasmo con la estimulación genital. En este caso, el estímulo físico que no puede llegar por la médula llega a través del nervio vago, una vía que podría ayudar a recuperar el placer sexual a personas tras un accidente que haya dañado su médula.
Los estudios de Komisaruk, que ha realizado resonancias magnéticas (fMRI) a mujeres durante el orgasmo, corroboran que la corteza prefrontal es el centro cerebral que controla si se desencadena el clímax. El investigador querría algún día tratar la anorgasmia con la máquina de resonancia, haciendo que la paciente pueda ver la actividad de su cerebro en directo y que esto le ayude a lograr el tipo de estimulación adecuada.

“Este es un buen paso para entender el complejo proceso cerebral del orgasmo”, opina Komisaruk sobre el nuevo estudio, aunque matiza su alcance. “La región identificada por Holstege es una de las muchas regiones cerebrales que controlan el orgasmo”, señala. El experto estadounidense advierte de que los tratamientos basados en estos nuevos datos son aún inciertos. Una cosa es identificar un área cerebral implicada en una función concreta y otra poder influir en ella de forma terapéutica. “Actualmente estamos analizando la secuencia de actividad cerebral antes, durante y después del orgasmo para entender mejor la red de circuitos involucrada”, señala. “Este es un paso previo para saber qué zonas fallan y no se activan, una información que necesitamos antes de desarrollar una terapia racional contra la anorgasmia”, añade.

Sea como sea, el trabajo de Holstege tiene en realidad otra aplicación terapéutica. El neurocientífico va a probar si la estimulación profunda del cerebro puede ayudar a controlar el POSC a las personas mayores que sufren incontinencia. “Es algo que afecta a entre el 40% y el 50% de los mayores”, asegura el neurocientífico. Sólo haría falta una aguja que suministrase el estímulo en el momento adecuado, en un tratamiento similar al que ya se hace con pacientes de Parkinson.

REFERENCIA
'Pontine Control of Ejaculation and Female Orgasm' doi:10.1111/jsm.12300

 
  
  

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