AUNQUE EN ESPAÑA EL RIESGO PARECE LEJANO
Médicos preparados ante la cara más siniestra de la química
La Organización Mundial de la Salud actualiza las recomendaciones para ataques químicos. La protección individual y la rapidez, claves en el manejo de las víctimas por este tipo de armas.
R. Serrano/ S. Moreno. Madrid | 02/09/2013 00:00
De nuevo, en un lugar del mundo se cierne la sombra de las armas químicas. Estas viejas conocidas bélicas, cuyos orígenes algunos sitúan en el humo de azufre que los griegos dirigían al enemigo, alcanzaron cimas lesivas durante la I Guerra Mundial.
Los gases de cloro y fosgeno fueron recurrentes en las trincheras de la Gran Guerra. En 1915, la localidad belga de Ypres se convirtió en el primer escenario de un ataque a gran escala con armas químicas. Según la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, el empleo de diferentes tipos de estas sustancias, incluida la iperita (gas mostaza), acabó con 90.000 vidas y más de un millón de víctimas en la guerra europea.
Más recientemente, los horrores fotografiados en el ataque químico al pueblo kurdo-iraquí de Halabja en 1988 influyeron en la convención para prohibir el desarrollo, producción y almacenamiento de armas químicas, que se firmó en París cinco años después, y que suscriben ya 188 países. Siria no es uno de ellos.
Para los médicos que por desgracia tienen que enfrentarse a las víctimas de este tipo de ataques, lo fundamental es protegerse. Así se recoge en el último informe que acaba de actualizar la Organización Mundial de la Salud (OMS) para informar al personal sanitario que pueda verse implicado. En ello coincide la responsable de Servicios Especiales y Catástrofes del Summa 112, María del Carmen Martín Curto: "Ese tipo de incidentes tienen sus peculiaridades para la atención sanitaria, pero en definitiva requieren una actuación extrahospitalaria y el posterior traslado al hospital. Los primeros en atender a las víctimas son los profesionales sanitarios que actúan en el ámbito extrahospitalario, y aquí resulta esencial que el facultativo se proteja con equipos individuales, para evitar que el agente causante del daño le afecte también.
En algunos casos habrá que descontaminar a los pacientes, lavándoles y retirándoles la ropa, para que las sustancias no provoquen más lesiones en ellos o en quien los atienden, y, tras estabilizarlos y administrar un primer tratamiento, trasladarlos al hospital para el diagnóstico y el abordaje definitivos".
En España, si bien el riesgo parece lejano, algunos servicios de emergencia contemplan procedimientos internos para actuar en estos casos, dentro de los capítulos de accidentes con múltiples víctimas o incidentes NBQ (Nucleares, Biológicos, Químicos).
Ángel Esteban, jefe del Servicio de Neurofisiología del Hospital Universitario Gregorio Marañón (Madrid), apunta que los efectos de las armas químicas sobre el organismo son muy variados y bastante diferenciables dependiendo del tipo de agente. "De hecho, la clasificación de esos agentes se basa fundamentalmente en el tipo de alteraciones que causan en los distintos sistemas u órganos del cuerpo". Esos síntomas determinan también el tratamiento que sigue a la administración urgente del antídoto, si lo hay.
Los signos iniciales permitirán hacer un diagnóstico de presunción, cuya máxima dificultad, comenta Esteban, estriba en que tienen que hacerlo sanitarios muy experimentados y, además, prácticamente in situ. El diagnóstico definitivo, expone Martín Curto, se realizará ya en el hospital.
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