PSIQUIATRÍA | Primera causa de muerte violenta
Palabras para romper el tabú del suicidio
Imágenes del documental 'Supervivientes' de Itziar Bernaola y Pablo Ferrán.
La historia de Clara, Juan Carlos y Adrià empieza con un mazazo y después, el silencio. Una muralla de miedo y vergüenza, de culpa y de incomprensión. Silencio elegido como coraza, pero también impuesto. Aunque en su relato han conseguido que triunfe la palabra. Ésta es la llave entre sus dos mundos: la muerte y la vida. Porque estos tres supervivientes han hecho un viaje a la inversa, del pozo a la luz.
"Pasó mucho tiempo hasta que pude hablar del suicidio de mi padre. Era algo que no podíamos entender, que nos parecía que no había sucedido. Cuando me refería a su muerte siempre utilizaba eufemismos", explica Juan Carlos Pérez a ELMUNDO.es.
Fue tras pasar por el diván cuando empezó a trabajar ese silencio y pudo hablar con su madre y su hermano del golpe que cambió sus vidas. La palabra abrió una ventana en su rincón de penumbra. La brisa luminosa comenzó a acariciar sus heridas. "Ese momento fue reparador, el dolor se había amortiguado. Es algo que restaura la figura de la persona que has perdido, un intento de hacer entender lo incomprensible", explica Juan Carlos.
Clara y su hermano Adrià perdieron a su madre hace ya tres años. También tardaron en asimilar su muerte provocada. "Es como si fuera un secreto que no te hace falta que sepa nadie", confiesa Adrià Rubio. "Mi hermana y yo siempre hablamos del tema y nos apoyamos mutuamente, porque si no puedes sacar las cosas que piensas... Yo lo pasaría fatal", dice.
Clara, Juan Carlos y Adrià van superando poco a poco el dolor gracias al poder terapéutico que tiene hablar, aunque la palabra suicidio siga asustando y generando rechazo a los que no lo han sufrido. Ellos ya no la maquillan con rodeos como "mi madre murió" o "mi padre falleció del corazón". Han derribado el tabique de tabú y estigma tras el que se escondían y en el Día Mundial para la Prevención del Suicidio reivindican el diálogo como analgésico para aliviar una herida que nunca cicatrizará del todo.
"Hay toda una teoría en torno al suicidio y el porqué no se debe hablar de ello, pero en realidad es una teoría distorsionada. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja afrontar esta realidad y dejar de ocultarla para poder prevenir estas muertes. Es necesario construir un nuevo discurso, siempre dentro del respeto y de unos límites éticos", explica Juan Carlos.
En España el suicidio es la primera causa de muerte violenta, se cobra más vidas que los accidentes de tráfico. Sin embargo, casi no existen programas de prevención, al contrario de lo que ocurre en el asfalto. La onda expansiva de un suicidio alcanza a una media de seis familiares, piezas rotas de un puzzle ya para siempre incompleto. "No se habla de ello por prejuicio, por miedo a que se cree una especie de efecto llamada, aunque el problema está ahí", explica Bernaola.
"La gente pregunta, piensa: '¿qué pasara en esa familia para que haya ocurrido eso?' El silencio es una coraza para protegerte del estigma, de los rumores y de las historias de ficción que la gente crea en torno a la muerte decidida. Durante mi terapia fui trabajando mi incapacidad y la de mi familia para hablar de esta tragedia, eso fue construyendo un muro entre nosotros", explica Juan Carlos. Ha querido denunciar este silencio social e impuesto contando su historia. Incluso ha expuesto su tesis del diálogo en el libro 'La mirada del suicida'.
Muchos supervivientes quieren hablar pero el prejuicio les amordaza. "Todos decían 'pobre' al referirse a mi madre, pero nadie entendía el sufrimiento que había tenido durante años (...) Nosotros nunca hemos tenido un sentimiento de reproche", relata Clara en el citado documental.
Elena trató de suicidarse varias veces. En uno de los intentos quedó parapléjica. Hoy es atleta paralímpica, participó en los juegos de Londres y está a punto de casarse. Relata su historia ante la cámara con una sonrisa y un fogonazo de luz en sus ojos. Ha vuelto a nacer. El epílogo de Juan Carlos se escribe a tres: él, su hermano y su madre hablan del día que marcó sus destinos para siempre con sosiego, en paz.
"Cuando por fin dialogas te das cuenta de que todos tienen sentimientos parecidos de rabia, pena, vergüenza injustificada e incomprensión. Es algo que reconforma, aunque es difícil encontrar el momento para hacerlo", señala Juan Carlos. Las historias de Clara, Adrià, Juan Carlos o Elena. No hablan de la muerte. Son un canto a la vida.
"Pasó mucho tiempo hasta que pude hablar del suicidio de mi padre. Era algo que no podíamos entender, que nos parecía que no había sucedido. Cuando me refería a su muerte siempre utilizaba eufemismos", explica Juan Carlos Pérez a ELMUNDO.es.
Fue tras pasar por el diván cuando empezó a trabajar ese silencio y pudo hablar con su madre y su hermano del golpe que cambió sus vidas. La palabra abrió una ventana en su rincón de penumbra. La brisa luminosa comenzó a acariciar sus heridas. "Ese momento fue reparador, el dolor se había amortiguado. Es algo que restaura la figura de la persona que has perdido, un intento de hacer entender lo incomprensible", explica Juan Carlos.
Clara y su hermano Adrià perdieron a su madre hace ya tres años. También tardaron en asimilar su muerte provocada. "Es como si fuera un secreto que no te hace falta que sepa nadie", confiesa Adrià Rubio. "Mi hermana y yo siempre hablamos del tema y nos apoyamos mutuamente, porque si no puedes sacar las cosas que piensas... Yo lo pasaría fatal", dice.
El poder de la palabra
Su testimonio lo detalla en el documental 'Supervivientes', un trabajo que trata de romper el discurso aprendido y que se estrenará en las próximas semanas. "Cuando buscábamos testimonios de familiares de víctimas para el proyecto todo el mundo nos decía que era muy buena idea, que era necesario romper el tabú que rodea estas muertes, pero luego nadie quería ponerse delante de la cámara por miedo, culpa o vergüenza", confiesa a ELMUNDO.es Itziar Bernaola, directora, junto con Pablo Ferrán, del documental que está a punto de estrenarse.Clara, Juan Carlos y Adrià van superando poco a poco el dolor gracias al poder terapéutico que tiene hablar, aunque la palabra suicidio siga asustando y generando rechazo a los que no lo han sufrido. Ellos ya no la maquillan con rodeos como "mi madre murió" o "mi padre falleció del corazón". Han derribado el tabique de tabú y estigma tras el que se escondían y en el Día Mundial para la Prevención del Suicidio reivindican el diálogo como analgésico para aliviar una herida que nunca cicatrizará del todo.
"Hay toda una teoría en torno al suicidio y el porqué no se debe hablar de ello, pero en realidad es una teoría distorsionada. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja afrontar esta realidad y dejar de ocultarla para poder prevenir estas muertes. Es necesario construir un nuevo discurso, siempre dentro del respeto y de unos límites éticos", explica Juan Carlos.
En España el suicidio es la primera causa de muerte violenta, se cobra más vidas que los accidentes de tráfico. Sin embargo, casi no existen programas de prevención, al contrario de lo que ocurre en el asfalto. La onda expansiva de un suicidio alcanza a una media de seis familiares, piezas rotas de un puzzle ya para siempre incompleto. "No se habla de ello por prejuicio, por miedo a que se cree una especie de efecto llamada, aunque el problema está ahí", explica Bernaola.
"La gente pregunta, piensa: '¿qué pasara en esa familia para que haya ocurrido eso?' El silencio es una coraza para protegerte del estigma, de los rumores y de las historias de ficción que la gente crea en torno a la muerte decidida. Durante mi terapia fui trabajando mi incapacidad y la de mi familia para hablar de esta tragedia, eso fue construyendo un muro entre nosotros", explica Juan Carlos. Ha querido denunciar este silencio social e impuesto contando su historia. Incluso ha expuesto su tesis del diálogo en el libro 'La mirada del suicida'.
Muchos supervivientes quieren hablar pero el prejuicio les amordaza. "Todos decían 'pobre' al referirse a mi madre, pero nadie entendía el sufrimiento que había tenido durante años (...) Nosotros nunca hemos tenido un sentimiento de reproche", relata Clara en el citado documental.
Oda a la vida
Los familiares de los fallecidos defienden que la muerte voluntaria es una respuesta a una situación de sufrimiento extremo. Sin culpables. Porque de ser un peón en jaque no se salva nadie. El diálogo es una forma de amortiguar el impacto de lo que ya se ha producido, en el caso de los supervivientes, y de evitarlo, en el caso de los que están al borde del precipicio.Elena trató de suicidarse varias veces. En uno de los intentos quedó parapléjica. Hoy es atleta paralímpica, participó en los juegos de Londres y está a punto de casarse. Relata su historia ante la cámara con una sonrisa y un fogonazo de luz en sus ojos. Ha vuelto a nacer. El epílogo de Juan Carlos se escribe a tres: él, su hermano y su madre hablan del día que marcó sus destinos para siempre con sosiego, en paz.
"Cuando por fin dialogas te das cuenta de que todos tienen sentimientos parecidos de rabia, pena, vergüenza injustificada e incomprensión. Es algo que reconforma, aunque es difícil encontrar el momento para hacerlo", señala Juan Carlos. Las historias de Clara, Adrià, Juan Carlos o Elena. No hablan de la muerte. Son un canto a la vida.
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