Ver por el ojo del cirujano
Las gafas dotadas de cámara permiten transmitir a través de ellas
La docencia de la cirugía siempre ha tenido un problema con el espacio y la distancia. Por razones obvias, no se puede llenar el quirófano de alumnos, por quietos que estén. Pero la técnica está ayudando a superar esa limitación. Primero se resolvió el problema de ver desde cerca. Luego el de ver dentro. Y ahora el de ver desde lejos.
Fue famoso en su día el quirófano en forma de urna acristalada que ideó en 1950 José Ignacio Barraquer, pionero de la oftalmología. De espacio muy reducido y cúpula de cristal, los alumnos podían ver lo que hacía situándose, literalmente, encima de sus hombros. Varias décadas después, la tecnología audiovisual permitió la cirugía mínimamente invasiva y permitió ver, en primer plano pero a distancia, operaciones complejas como una resección de estómago. Se realizan a través de tres pequeños orificios: por uno de ellos entra una cámara con luz; por los otros dos, el utillaje con el que, desde fuera, corta y sutura el cirujano. Esta técnica forma ya parte de la rutina y son frecuentes las sesiones en las que colegas y estudiantes siguen la intervención a través de una pantalla.
El omnipresente Google ha propiciado ahora un nuevo y espectacular paso: no solo poder ver el campo de operaciones y la mano del cirujano, sino ver con los ojos del cirujano. Y verlo desde cualquier sitio, no importa lo lejos que esté.
El salto ha sido posible gracias a la tecnología de Google Glass, las famosas gafas dotadas de cámara que permiten transmitir lo que se ve a través de ella. Sin cable, sin obstáculos.
El doctor Pedro Guillén, de la clínica Cemtro, se puso una de esas gafas y comenzó a operar mediante laparoscopia una lesión de rodilla en la que aplicó además otro importante avance médico: la ingeniería de tejidos. En la operación se injertaron células cultivadas en laboratorio a partir del cartílago del propio paciente.
La operación pudo ser observada por médicos y estudiantes desde 265 lugares de todo el mundo. Un alarde técnico que muestra las enormes posibilidades de la telemedicina. Ahora solo cabe esperar que, obnubilados por la tecnología, los médicos no se olviden de que detrás de las cámaras, debajo de las rutilantes pantallas, lo que hay es un paciente que siente y sufre, es decir, un ser humano que espera ser tratado como tal.
Fue famoso en su día el quirófano en forma de urna acristalada que ideó en 1950 José Ignacio Barraquer, pionero de la oftalmología. De espacio muy reducido y cúpula de cristal, los alumnos podían ver lo que hacía situándose, literalmente, encima de sus hombros. Varias décadas después, la tecnología audiovisual permitió la cirugía mínimamente invasiva y permitió ver, en primer plano pero a distancia, operaciones complejas como una resección de estómago. Se realizan a través de tres pequeños orificios: por uno de ellos entra una cámara con luz; por los otros dos, el utillaje con el que, desde fuera, corta y sutura el cirujano. Esta técnica forma ya parte de la rutina y son frecuentes las sesiones en las que colegas y estudiantes siguen la intervención a través de una pantalla.
El omnipresente Google ha propiciado ahora un nuevo y espectacular paso: no solo poder ver el campo de operaciones y la mano del cirujano, sino ver con los ojos del cirujano. Y verlo desde cualquier sitio, no importa lo lejos que esté.
El salto ha sido posible gracias a la tecnología de Google Glass, las famosas gafas dotadas de cámara que permiten transmitir lo que se ve a través de ella. Sin cable, sin obstáculos.
El doctor Pedro Guillén, de la clínica Cemtro, se puso una de esas gafas y comenzó a operar mediante laparoscopia una lesión de rodilla en la que aplicó además otro importante avance médico: la ingeniería de tejidos. En la operación se injertaron células cultivadas en laboratorio a partir del cartílago del propio paciente.
La operación pudo ser observada por médicos y estudiantes desde 265 lugares de todo el mundo. Un alarde técnico que muestra las enormes posibilidades de la telemedicina. Ahora solo cabe esperar que, obnubilados por la tecnología, los médicos no se olviden de que detrás de las cámaras, debajo de las rutilantes pantallas, lo que hay es un paciente que siente y sufre, es decir, un ser humano que espera ser tratado como tal.
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