INVESTIGACIÓN | Cardiología
El corazón de los parados, en riesgo
Oficina del Inem en Puerta del Ángel, Madrid. | Gonzalo Arroyo
- Un estudio muestra que las personas en paro tienen más riesgo de un infarto
Las crisis económicas no sólo dañan al bolsillo y los derechos de los ciudadanos. En épocas de recesión también sufre la salud, como bien han constatado investigaciones realizadas tras el 'crack' del 29 o el 'batacazo' energético de los años 70.
Hasta el momento, se sabía que la incertidumbre, el estrés y el miedo que se viven en estas situaciones es capaz de mermar la salud mental, provocar alteraciones psicosomáticas e, incluso, dañar el corazón de quien las padece. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se circunscribían a un momento puntual en la historia, centrándose en los años más críticos.
Ahora, una nueva investigación avanza un poco más en ese camino y analiza cómo afecta la inestabilidad laboral prolongada a la salud cardiaca. Según sus datos, una vida de desempleo y precariedad en el trabajo aumenta más que significativamente el riesgo de infarto.
Según los autores de este trabajo, dirigidos por Matthew Dupre, de la Universidad de Duke (EEUU), perder una vez el trabajo ya eleva de forma considerable las posibilidades de sufrir un ataque al corazón, especialmente durante el primer año de desempleo (un 35% más). Pero, si esta situación se prolonga en el tiempo o se repite múltiples veces a lo largo de una trayectoria profesional, el riesgo de que el corazón se colapse se dispara aún más (hasta el 63%).
"Hemos detectado que el riesgo de infarto asociado a múltiples despidos laborales es de una magnitud similar a la de otros factores de riesgo tradicionales, como el tabaquismo, la diabetes mellitus o la hipertensión", señalan los investigadores en la revista 'Archives of Internal Medicine'.
Las conclusiones fueron claras. Los infartos eran significativamente más altos entre los parados y se daba un efecto 'acumulativo'; es decir, tenían más probabilidades de sufrir un ataque al corazón aquellos que habían perdido varios empleos a lo largo de su trayectoria.
"Dado que las tasas de inestabilidad laboral continúan creciendo y el desempleo afecta a personas en la treintena, no se sabe hasta dónde puede llegar el coste cardiovascular de una repetida pérdida de trabajos", señalan los investigadores en la revista médica.
Su trabajo, continúan, no ha podido dilucidar qué mecanismos están implicados en esta relación entre salud coronaria y vida laboral, por lo que reclaman nuevas investigaciones sobre el tema.
Estudios previos han señalado que, en épocas de crisis, el estrés derivado del contexto económico y social es capaz de dañar la salud.
Esta situación desencadena una compleja cascada de hormonas -como el cortisol y las catecolaminas- que provocan importantes cambios en el organismo, sobre todo si se mantienen en el tiempo. Así, ante situaciones de estrés prolongado, se eleva la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, aumenta la agregación plaquetaria, se producen alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina, etc.
"Aunque se sabe que el estrés genera una serie de alteraciones fisiológicas y que si éstas se mantienen en el tiempo generan daños sobre la salud, el mecanismo exacto que traslada esos cambios en una enfermedad no se conoce", apunta Agustín Pastor, tesorero de la Sociedad Española de Cardiología y especialista en arritmias en el Hospital de Getafe, Madrid.
Para este especialista, desde los últimos tres o cuatro años cada vez es más frecuente ver pacientes con una vida mucho más complicada, tanto si trabajan como si están jubilados. "Ahora no es raro ver en la consulta señores de 70 o más años que acuden al médico con sus tres nietos, porque les tiene que cuidar. También me ha ocurrido hace poco el tener que convencer a un paciente para que no pidiera el alta una hora después de su ingreso. Se trataba de un hombre de 63 años que había sufrido un infarto y que quería el alta voluntaria porque tenía que entregar un informe en su trabajo".
Por este motivo, Pastor considera que tanto los médicos de Atención Primaria como los especialistas deberían, si detectan casos graves de estrés, aconsejar algunas prácticas como el deporte, o "aprender técnicas para el manejo de estrés, como el yoga o la meditación". En este sentido, la Fundación Española del Corazón ha elaborado una serie de recomendaciones para controlar, en la medida de lo posible, el riesgo cardiovascular asociado al estrés:
Hasta el momento, se sabía que la incertidumbre, el estrés y el miedo que se viven en estas situaciones es capaz de mermar la salud mental, provocar alteraciones psicosomáticas e, incluso, dañar el corazón de quien las padece. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se circunscribían a un momento puntual en la historia, centrándose en los años más críticos.
Ahora, una nueva investigación avanza un poco más en ese camino y analiza cómo afecta la inestabilidad laboral prolongada a la salud cardiaca. Según sus datos, una vida de desempleo y precariedad en el trabajo aumenta más que significativamente el riesgo de infarto.
Según los autores de este trabajo, dirigidos por Matthew Dupre, de la Universidad de Duke (EEUU), perder una vez el trabajo ya eleva de forma considerable las posibilidades de sufrir un ataque al corazón, especialmente durante el primer año de desempleo (un 35% más). Pero, si esta situación se prolonga en el tiempo o se repite múltiples veces a lo largo de una trayectoria profesional, el riesgo de que el corazón se colapse se dispara aún más (hasta el 63%).
"Hemos detectado que el riesgo de infarto asociado a múltiples despidos laborales es de una magnitud similar a la de otros factores de riesgo tradicionales, como el tabaquismo, la diabetes mellitus o la hipertensión", señalan los investigadores en la revista 'Archives of Internal Medicine'.
Un efecto acumulativo
Estos científicos realizaron un seguimiento a 13.451 estadounidenses de edades comprendidas entre los 51 y los 75 años. Entre otras variables, analizaron su vida laboral entre 1992 y 2010 y comprobaron hasta qué punto había sufrido su salud cardiaca en ese tiempo.Las conclusiones fueron claras. Los infartos eran significativamente más altos entre los parados y se daba un efecto 'acumulativo'; es decir, tenían más probabilidades de sufrir un ataque al corazón aquellos que habían perdido varios empleos a lo largo de su trayectoria.
"Dado que las tasas de inestabilidad laboral continúan creciendo y el desempleo afecta a personas en la treintena, no se sabe hasta dónde puede llegar el coste cardiovascular de una repetida pérdida de trabajos", señalan los investigadores en la revista médica.
Su trabajo, continúan, no ha podido dilucidar qué mecanismos están implicados en esta relación entre salud coronaria y vida laboral, por lo que reclaman nuevas investigaciones sobre el tema.
Estudios previos han señalado que, en épocas de crisis, el estrés derivado del contexto económico y social es capaz de dañar la salud.
Esta situación desencadena una compleja cascada de hormonas -como el cortisol y las catecolaminas- que provocan importantes cambios en el organismo, sobre todo si se mantienen en el tiempo. Así, ante situaciones de estrés prolongado, se eleva la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, aumenta la agregación plaquetaria, se producen alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina, etc.
"Aunque se sabe que el estrés genera una serie de alteraciones fisiológicas y que si éstas se mantienen en el tiempo generan daños sobre la salud, el mecanismo exacto que traslada esos cambios en una enfermedad no se conoce", apunta Agustín Pastor, tesorero de la Sociedad Española de Cardiología y especialista en arritmias en el Hospital de Getafe, Madrid.
Situación en España
Este cardiólogo señala que, aunque en España no hay datos sobre cómo está afectando la crisis a la salud de los ciudadanos, "es esperable que la situación de estrés mantenida lleve a un mayor número de eventos cardiovasculares. Porque, una persona en desempleo o con un trabajo inestable no suele estar tan preocupado por mantener unos hábitos sanos. A estas personas les cuesta más controlar factores de riesgo como el tabaquismo o la dieta, ya que una manera de compensar el estrés es realizando conductas placenteras, y eso sí que lo estoy observando en pacientes con cardiopatías conocidas".Para este especialista, desde los últimos tres o cuatro años cada vez es más frecuente ver pacientes con una vida mucho más complicada, tanto si trabajan como si están jubilados. "Ahora no es raro ver en la consulta señores de 70 o más años que acuden al médico con sus tres nietos, porque les tiene que cuidar. También me ha ocurrido hace poco el tener que convencer a un paciente para que no pidiera el alta una hora después de su ingreso. Se trataba de un hombre de 63 años que había sufrido un infarto y que quería el alta voluntaria porque tenía que entregar un informe en su trabajo".
Por este motivo, Pastor considera que tanto los médicos de Atención Primaria como los especialistas deberían, si detectan casos graves de estrés, aconsejar algunas prácticas como el deporte, o "aprender técnicas para el manejo de estrés, como el yoga o la meditación". En este sentido, la Fundación Española del Corazón ha elaborado una serie de recomendaciones para controlar, en la medida de lo posible, el riesgo cardiovascular asociado al estrés:
- Mantener controlados los factores de riesgo cardiovascular clásicos, como la obesidad, la diabetes, la hiperlipemia, el sedentarismo o el tabaquismo. De ese modo, es aconsejable medir periódicamente los niveles de presión arterial, glucemia y lípidos.
- Hacer ejercicio de forma regular. Además de contribuir a mantener la forma física, la actividad habitual resulta efectiva para mejorar el estado de ánimo.
- Fortalecer los lazos familiares y de amistad. Es importante que las personas con estrés puedan verbalizar sus miedos y su angustia, que se sientan escuchados y apoyados.
- Valorar el uso de técnicas de reducción y manejo del estrés, como el yoga, el estudio de la respiración o la meditación.
- Pedir ayuda al médico de atención primaria, que, en caso de que sea necesario, puede remitir al paciente a la consulta del psicólogo o psiquiatra.
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