Lunes 12 de noviembre de 2012 | Publicado en edición impresa
"Hasta el estrés de un examen puede causarles sangrado a los chicos"
Lo afirma Soledad Rivero, madre de Bruce, un niño hemofílico que aprendió a cuidarse
Los golpes y las caídas son el temor de los padres con hijos hemofílicos por las consecuencias que pueden tener. Si ocurren en articulaciones, por ejemplo, producen inflamación y hay que actuar con algo más que hielo para que no dañen su funcionalidad.
Y cuando el golpe es fuerte, aun en los chicos que se inyectan preventivamente el concentrado que activa la coagulación se aplica una dosis extra para evitar cualquier complicación.
Ése es el caso de Bruce, de 7 años, y de Mateo, de 10, dos chicos a prueba de golpes por lo que cuentan sus padres. Ambos hacen vida normal en y fuera de la escuela. Practican deportes. Uno es el tenis, en la escuela para niños Little Tenis, de Palermo. Allí, Sebastián los entrena dos veces por semana.
"Mateo siempre fue supertranquilo y nunca tuvo problemas de conducta que hicieran que siempre terminara en el piso -contó Cecilia Miserere, su mamá-. Claro que tuvo sus cabezazos y golpes, pero dentro de lo esperado."
Con su esposo se enteraron de que su hijo era hemofílico de regreso de un viaje. El nene tenía apenas siete meses y le habían aparecido dos hematomas simétricos a la altura de las costillas; lo llevaron al hospital y los médicos dudaron de si se trataba de un caso de violencia doméstica. "Nos miraron mal. Fue difícil -recordó Cecilia-. Les dije que yo tenía una alteración en la sangre que no es hemofilia, y le hicieron varios estudios. Finalmente le diagnosticaron hemofilia y fue un baldazo de agua fría para nosotros."
El médico que los recibió les habló del bebe como si fuera de cristal. "Nos mandó a anotarlo en la Fundación de la Hemofilia, donde entonces nos explicaron de qué se trataba la enfermedad y nos tranquilizaron.
Aprendimos a pincharlo para poder administrarle el concentrado. Al principio es fuerte, cuando son chiquitos no se les encuentran las venas, pero al ver los beneficios vale la pena", dijo Cecilia.
Mateo se autoinyecta los concentrados desde los ocho años. Lo hace tres veces por semana de manera preventiva y eso le permite llevar una vida normal. En casa, su hermana Ema, de 4 años, lo ayuda pasándole el alcohol.
En el Instituto González Pecotche, al que va desde salita de tres, es uno más. Tiene doble jornada y tiene gimnasia tres veces por semana, una en el campo de deportes. "Mejor no ver... y eso que tengo entendido que es el goleador", dijo Cecilia. Los maestros están entrenados en el manejo de un chico con hemofilia y hasta van a las reuniones de la fundación. "Todas las maestras están al tanto de lo que tienen que hacer si tiene un golpe en el aula o en una excursión", afirmó la mamá.
Con Bruce, la situación es parecida. Va al mismo colegio desde salita de 3, así que sus compañeros saben que no tienen que jugar brusco ni golpearlo y las maestras llaman a la mamá si se golpea.
"Con la profilaxis tres veces por semana, su cuerpo se comporta como el de un chico normal. Pero según la gravedad del golpe me llaman para saber si corresponde inyectarlo o no", dijo Soledad Rivero, la mamá de Bruce, que tiene hemofilia severa, es decir, menos del 1% de factor VIII en sangre.
"El problema es que puede tener sangrados espontáneos -precisó la mamá-. En los chicos más grandes, hasta el estrés antes de un examen puede causarles sangrado."
Sin deportes de contacto
Bruce no puede hacer deportes de contacto, pero practica natación y tenis en la misma escuela que Mateo. Aún no entiende bien por qué cuando su hermana se cae no hay que pincharla. Sí sabe que si se golpea cuando juega con el papá y le sale un hematoma le durará 15 días en lugar de dos. "Se cuida solito. Cuando vamos a un cumpleaños y hay inflables, si hay muchos chicos me llama para que salgan algunos para entrar y no golpearse", agregó Soledad.El tratamiento permite que los padres estén más preocupados por su integración en el colegio que por su salud. "Nuestra preocupación siempre fue dar la mayor información posible para que los demás no lo traten distinto y que, si lo necesita, actúen adecuadamente en el momento indicado. Retarlo cuando hay que hacerlo y dejarlo subir a una hamaca para que pruebe sus límites porque está en profilaxis", señaló la mamá.
Sus papás se enteraron de que Bruce tenía hemofilia cuando le apareció algo así como salvavidas de hematomas en la panza mientras jugaba en un ejercitador saltarín para bebes. Como a los papás de Mateo, los médicos también sospecharon que podría tratarse de violencia, pero dieron con el diagnóstico. "Cuántas madres y padres de menos recursos reciben hasta maltrato en las guardias porque los médicos sospechan que los padres lo golpearon -dijo Soledad-. Y me tocó acompañar a mamás de bebes con hemartrosis de rodilla por los sangrados y ver en las guardias de pediatría que les colocan una vía, que es lo peor que pueden hacer, y les provocan una trombosis. Y todo por desconocimiento de la hemofilia."
Con Cecilia y otros padres de la Fundación de la Hemofilia forman el grupo Padres Acompañantes, que recibe y orienta a las familias nuevas en el manejo de la enfermedad y el acceso a los concentrados que "reparan" la deficiencia de la coagulación. Así se enteran de que, por ejemplo, deben tener una obra social, no prepaga ni ninguna cobertura, porque "el Estado está obligado a cubrir los concentrados sólo a través de la obra social".
Por eso, según Cecilia, "hay un montón de chicos que no pueden acceder ni siquiera al tratamiento a demanda y que termina siendo más costoso que la profilaxis".
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