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ESPAÑA
TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD
'Piso terapéutico': aprendiendo a convivir
Ofrecer un punto de partida hacia una vida independiente y normalizada en la que la convivencia es lo habitual es uno de los objetivos de una experiencia, única en sus características, que ha puesto en marcha el Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Madrid. El llamado piso terapéutico ofrece a afectados por Trastorno Límite de Personalidad, fundamentalmente jóvenes, una posibilidad de rehabilitación social. Los chicos conviven solos, resuelven sus problemas y cuentan con la dedicación de los profesionales que siguen su historia patológica y vital.
Jose Luis Pinado | Raquel Serrano - Lunes, 30 de Mayo de 2011 - Actualizado a las 00:00h.
José Luis Carrasco, psiquiatra del Hospital Clínico de Madrid, pionero en esta experiencia.
La rehabilitación social de los afectados por TLP es vital para que encuentren su puesto en la sociedad y se desarrollen de forma adecuada
La intensidad y la impulsividad en las reacciones emocionales, la inestabilidad de los estados de ánimo y de las relaciones interpersonales y la baja autoestima, además de otros variados síntomas, suelen ser los puntos que caracterizan al Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), una patología que en España afecta aproximadamente a un millón de personas, fundamentalmente a adolescentes y jóvenes adultos. En su origen, como en todas las enfermedades, hay una raíz biológica sobre la que después actúan factores ambientales y sociales y que, en conjunto, desencadenan el proceso. La psicoterapia, que debe ser prolongada en el tiempo y realizarse con medios suficientes, sigue siendo actualmente el abordaje de elección. Pero, en muchas ocasiones, esta intervención no se puede llevar a cabo sin el previo apoyo de la farmacoterapia, que reduce síntomas y conductas impulsivas y mejora el estado anímico y la estabilidad afectiva.
Entrar en la vida social
"Lo que es evidente es que, si una vez que la enfermedad debuta no se detecta ni se interviene precozmente, la evolución y el pronóstico no es favorable. Sin embargo, un tratamiento precoz, intensivo, duradero e integral puede resolver muchos de los rasgos patológicos que conforman el trastorno, haciendo que los enfermos puedan llevar una vida normal, según José Luis Carrasco, responsable de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Madrid. Sin embargo, todo los esfuerzos de médicos, pacientes y familias pueden irse al traste si no existe un apoyo crucial: el de la rehabilitación social para "conseguir que encuentren un hueco, un papel social que eleve su autoestima y les permita desarrollarse adecuadamente. Encontrarse a sí mismos y con los demás mejora claramente lo que subyace en esta patología: el no haber conseguido desarrollar una imagen de sí mismos querida o válida que es lo que impulsa a compensar con conductas anómalas que definen el síndrome".
Los chicos no viven tutelados; son autónomos. El objetivo es que aprendan lo que es la convivencia, que tomen sus propias decisiones
Precisamente, en el contexto de intentar conseguir la integración total de estas personas, el equipo de Carrasco ha puesto en marcha el denominado piso terapéutico, experiencia pionera en el mundo de estas características. A diferencia de otros modelos de pisos tutelados para personas con algunas enfermedad mental, en este sólo conviven tres chicos afectados por TLP, sin educadores, aunque bajo la estrecha supervisión de los profesionales del Clínico, y que previamente han trabajado con los afectados durante meses e incluso años en el hospital de día. Pero "llega el momento en que hay que ponerse a funcionar: adquirir autonomía y habilidades sociales. La mayoría viven con sus padres en una extrema situación de dependencia, que a menudo se torna hostil para ambas partes". Volver a casa, por tanto, era como la pescadilla que se muerde la cola y que, en muchas ocasiones, eliminaba todos los avances conseguidos anteriormente.
El piso terapéutico, conseguido por la Asociación Madrileña de Ayuda e Investigación del Trastorno Límite de Personalidad (AMAI-TLP) a través del Ivima, es una prolongación del proceso terapéutico del hospital de día. Los chicos viven solos, pero acuden al hospital todos los días. Ellos mismos se autogestionan la vida cotidiana, con unas normas básicas de convivencia elaboradas entre todos, y sus familias o ellos pagan los gastos de mantenimiento. El objetivo es que tengan responsabilidades, resuelvan los problemas: que aprendan a convivir porque la convivencia desarrolla la tolerancia, la renuncia a cosas y el abrirse a los demás". De momento la experiencia, que empezó a funcionar en marzo de 2011, está siendo muy positiva para los chicos, cuya estancia máxima en el piso es de seis meses, "aunque prorrogable a nueve si observamos que en ese tiempo puede reportar más beneficios".
Periodo de transición
Esta experiencia se contempla como un periodo de transición en el que la autonomía que adquieran les permita introducirse en el mercado laboral o en alguna otra actividad y si tuvieran que volver a la casa familiar sería en condiciones más favorables. Teresa Oñate, presidenta de AMAI-TLP, y madre de un afectado, señala que asesorar a las familias, con la ayuda de los profesionales del Clínico, es también decisivo "porque los padres están muy desorientados, con miedos, y porque, al principio y en la mayoría de casos, niegan la existencia de la enfermedad. Además, ciertas pautas pueden variarse, para lo que hemos creado una escuela de padres". En estos escasos meses de andadura autónoma, los profesionales han percibido primero "pánico a salir de casa porque, aunque culpan a la familia de todo lo que les sucede, tienen un vínculo afectivo muy intenso, lo que conduce a una relación hostil. Deben entender el vínculo que mantienen, pero han de vivirlo de forma no patológica. Por ahora nuestra percepción es que solos funcionan".
Partir desde el miedo hacia la libertad
Verónica, de 25 años, Silvia, de 23, y otro chico que prefiere el anonimato, son los primeros tres inquilinos del piso terapéutico que han fomentado los profesionales del Hospital Clínico de Madrid y de la asociación Amai. Sus actitudes, sus miradas y su expresión lo dicen todo: sufren porque son extremadamente sensibles, pero también saben que se están conociendo. Y ese es el primer paso para salir airoso hacia la vida que les toca vivir. "Estoy partiendo de cero como persona porque antes era muy dependiente de mi familia, lo que me aportaba seguridad, pero al mismo tiempo incapacidad. Al vivir en el piso, de repente me estoy enfrentando sola a mis miedos y a la enfermedad", comenta Verónica, quien, no obstante, indica que estos meses están siendo duros "porque no sé organizarme, no sé qué quiero hacer en la vida, pero me voy encontrando a mí misma". Silvia, por el contrario, parece más segura desde la experiencia, a la que califica de muy buena. "Ahora tengo un plus de libertad". Silvia, que empezó Farmacia, carrera que abandonó, quiere ahora retomar los estudios de Medicina. Raquel, una decidida estudiante de periodismo de 25 años, colaboradora de Amai y afectada de TLP, considera que el piso terapéutico es una iniciativa inmejorable, "aunque siguen siendo necesarios muchos más recursos asistenciales y trabajar por erradicar el estigma que nos rodea. Ahora lo que no cuadra con la norma se excluye".
Ser o estar
-Inestabilidad afectiva con cambios acentuados de estado de ánimo.
-Relaciones interpersonales intensas e inestables que alternan entre los extremos de la idealización y la devaluación.
-Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginario.
- Falta de sentido claro de la propia identidad (autoimagen, orientación sexual, metas a corto y largo plazo, prioridades y valores).
- Episodios de ira intensa e incontrolada o dificultades importantes para controlarla.
- Conducta impulsiva. Sentimiento crónico de vacío, aburrimiento y soledad. - Nivel de inteligencia normal. Estilo cognitivo contradictorio y fluctuante: percepciones y pensamientos cambiantes con relación a sí mismos, a otras personas y a los acontecimientos.
- Miedo a la soledad e hipersensibilidad a la aprobación.
- Por su baja autoestima y puesto que tienen pocas fuentes de gratificación, son candidatos a presentar depresiones y otras alteraciones psicológicas como trastornos de alimentación, lo que dificulta el problema.
- No obstante, las personas con este trastorno también tienen recursos y aspectos positivos que los enriquecen: expresividad afectiva, creatividad, sensibilidad y deseo de vincularse.
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